La compañía aérea Swissair desapareció poco después de los atentados del 11-S. El 2 de octubre de 2001, es decir, tres semanas después de los atentados, se declaró el quiebra. Ya arrastraba serios problemas pero el colapso del tráfico mundial y la disminución de vuelos por el miedo a viajar, cercenaron las posibilidades de rescatar a esta compañía y a sus hijitas como la belga Sabena y las francesas Air Libertè y AOM.
En Estados Unidos, Midway Airlines ya no despegó. El resto de las grandes compañías norteamericanas tuvo que acometer voluminosos despidos. El miedo a viajar a Nueva York era tan grande que se calcula que la ciudad perdió casi medio millón de puestos de trabajo en pocos meses.
El 11-S la bolsas mundiales perdieron mucho dinero. Y siguieron perdiendo durante bastante tiempo. La bolsa se EEUU estuvo cerrada para evitar el pánico. Al abrir, el 17 de septiembre, perdió un 7,1%. Un desastre. Al final de la semana, ya había perdido un 14%.
El impacto del acto terrorista de Bin Laden en el mundo de los seguros fue dramático. Sobre todo las empresas que habían reasegurado edificios del complejo del World Trade Center. Lloyds, Munich Re y Swiss Re perdieron mucho dinero.
En cambio, las empresas que viven de la seguridad encontraron un nuevo filón: los aeropuertos. Fabricar máquinas detectoras o incrementar la vigilancia supuso para las empresas privadas de seguridad del mundo entero, un empujón. Era la triste consecuencia del terror.
El atentado de Bin Laden y sus secuaces cambió las costumbres de los viajeros: era más incómodo viajar, e incluso, había que pasar desde entonces por el humillante trago de descalzarse y casi desnudarse ante las máquinas detectoras.
En septiembre de 2001, la economía norteamericana estaba recuperándose de la explosión de la burbuja de internet. El año anterior las compañías tecnológicas se habían hundido. Para impulsar la economía, el banco central de EEUU bajó los tipos de interés hasta el 1, 75% ese año, y al 1% en 2003 (ya habían comenzado a bajar en enero de 2001, cuando estaban al 6%).
El 18 de junio de 2002, George Bush dio un discurso en el cual animó a los norteamericanos a adquirir propiedades y pidió a los bancos que ayudasen a recuperar la economía, ofreciendo más créditos hipotecarios. Estas dos medidas, que en principio era buenas, incubarían a la larga los huevos de la crisis financiera que estalló en ese país en 2007 y en el resto del mundo al año siguiente. Los norteamericanos se endeudaron alegremente. Luego, cuando subieron los tipos de interés, los menos solventes, que eran millones, no tenían dinero para pagar sus hipotecas. Así apretaron el botón del colapso del crédito. Hoy todavía lo estamos pacediendo.
La muerte de Bin Laden hace pocas horas, no ha producido grandes conmociones en los mercados. El petróleo comenzó bajando más de un dólar, pero luego, la caída se quedó en centavos. Las bolsas comenzaron subiendo, pero luego, cuando la Interpol dijo que nos acechan nuevos atentados, perdieron su ritmo
El impacto de Bin Laden en la economía mundial ha sido colosal: es la persona que ha conmocionado más la economía del planeta sin ser presidente de un país, es decir, sin ser responsable de tomar decisiones de estado como declarar una guerra. Pero la había declarado en su escala. Por eso era el terrorista número uno. El más buscado.
Nadie sabe las consecuencias que va a traer su muerte: ¿habrá nuevos atentados? ¿serán peores?
Lo que sí sabemos es que tras los atentados de hace diez años, que costaron la vida a 3.000 personas, y que tuvieron ese impacto tan brutal en la economía mundial, el planeta tiene más mecanismospara amortiguar atentados y estados de shock. Estamos más preparados para lo peor.