José Luis Sampedro prologa el libro “Indignaos”, de Stéphane Hessel, alegato político que invita a una rebelión pacífica contra los bancos, la prensa y las desigualdades sociales.
“Yo también nací en 1917. Yo también estoy indignado. También viví una guerra. También soporté una dictadura. Al igual que Stéphane Hessel, me escandaliza e indigna la situación de Palestina y la bárbara invasión de Irak (…) Hablamos en la misma onda”.
Así comienza el prólogo con el que José Luis Sampedro apadrina la edición española del libro “Indignaos” (Destino, 2011). Escrito por el nonagenario y antiguo miembro de la Resistencia francesa Stéphane Hessel, este alegato político, de apenas 30 páginas, es un fenómeno editorial en Francia. Ha vendido más de medio millón de ejemplares.
Muchas voces dicen que el tirón de ventas de “Indignaos” proviene más por la tradición revolucionaria gala (Revolución Francesa o Mayo del 68) y por la propia vida de Hessel, que por su discurso a favor de una revolución pacífica.
Quizás, sí. Lo cierto es que su biografía política se inicia en julio de 1944. Durante la Segunda Guerra Mundial, a Hessel lo detiene la Gestapo en la Francia ocupada.
Sus verdugos nazis lo interrogan y lo torturan en una bañera. Lo único que puede hacer es resistir. Habla en alemán –su lengua natal- y así desorienta a sus torturadores. A pocos días de la liberación de París, lo trasladan al campo de concentración de Buchenwald. Allí, lo condenan a la horca.
Sin embargo, la misma noche de su sentencia de muerte, Hessel escapa suplantando la personalidad de un preso muerto por tifus. Huye a Londres y se pone a las órdenes del general De Gaulle.
Cuando los aliados ganan la guerra, lo nombran diplomático.
Cuatro años después, en 1948, participa en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, junto con Eleanor Roosevelt, el doctor Chang o René Cassin. Este texto es la base teórica de su libro “Indignaos”.
Así, a los lectores españoles, Hessel les envía un mensaje: “La España rebelde y valiente de siempre puede favorecer una Europa cultural, fraternal, y no una Europa al servicio de una financiarización del mundo”. Es uno de los muchos motivos del autor para culminar una revolución cambiante. Indignarse contra los bancos.
En su libro, Hessel propone retronar a los programas instaurados por la Resistencia francesa después de la Segunda Guerra Mundial. Ante la pérdida de derechos sociales de los trabajadores a favor del poder financiero, el autor recuerda que la Seguridad Social es un derecho universal del hombre, que permite a los ancianos una “jubilación digna”.
Sobre el sistema financiero y energético, sugiere su nacionalización, como así ocurrió en los años 40. “Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general”, alega Hessel en su libro.
El escritor también cuestiona la verdadera independencia de los medios de comunicación y denuncia su subordinación al Estado y a los poderes económicos. “Una verdadera democracia necesita una prensa independiente. Esto es precisamente lo que a día de hoy está en peligro”, narra.
¡Cuidado con el auge de los fascismos!, parece también decirnos entre líneas Hessel. El diplomático nos recuerda que los nazis casi dominaron Europa por el miedo y el egoísmo de los grandes propietarios a las revoluciones bolcheviques.
Así, a la juventud europea, Hessel les lanza un grito de subversión. La peor actitud es la indiferencia, “el paso de todo”. Es indispensable indignarse, como escalón previo hacia el compromiso político y social, nos dice.
Además, apuesta por que la Humanidad debe combatir la diferencia entre ricos y pobres. “No podemos permitir que esta distancia siga creciendo”, explica. Para ello, el mejor compromiso es cumplir a raja tabla la Declaración de los Derechos Humanos. También el combate contra los genocidios.
“Es necesario que las Naciones Unidas se comprometan a respetar estos derechos”, explica en un capítulo Hessel. “Mi principal disgusto –escribe el autor- es que ni Obama ni la Unión Europea hayan propuesto una aportación para una fase constructiva apoyada en los valores fundamentales”.
El francés es partidario, por tanto, de que la ONU esté por encima de la soberanía de los Estados cuando éstos cometan crímenes contra la Humanidad. “Hitler –recuerda Hessel- se creyó dueño y señor autorizado a provocar un genocidio”, añade.
Sobre las fórmulas de revolución, el autor de “Indignaos” no es partidario de la violencia como vehículo de lucha, aunque entiende el terrorismo en territorios ocupados, como, por ejemplo, Palestina. “El terrorismo es una fórmula de exasperación. No debemos exasperarnos, sino esperanzarnos. Por esa razón, no deberíamos acumular mucho odio”, dice.
Para el autor, la mejor manera de protesta es “la revolución pacífica” -no violenta-, como así la ejecutaron en sus mensajes Nelson Mandela, Martin Luther King o Mahama Gandhi.
Sobre cómo lograr estos objetivos de cambios sociales y políticos, Hessel se reafirma en la Declaración de los Derechos Humanos como base teórica, pero también en la acción pacífica, colectiva y coordinada mediante las nuevas tecnologías.
“Para ser eficaz, hoy en día, se debe actuar en red, aprovechar los medios modernos de comunicación”, apostilla.
Hoy, que las plazas simbolizan la revolución de los pueblos, el discurso teórico de Hessel podría ser leído en cualquiera de ellas.
“Indignaos es un toque clarín que interrumpe el tráfico y obliga a levantar la vista a los reunidos en la plaza (…) Una alerta para no bajar la guardia”, prologa Sampedro.
“Hoy, se trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del siempre más, del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes [sociales]”, sentencia Sampedro. [Hessel y yo] hablamos en la misma onda”, dice en su prólogo el escritor y economista español. Intuimos su tono de indignación.
Lo que sí resulta curioso es que en Francia “Indignaos” se ha vendido a 3 euros, mientras que en España su precio es de 5 euros, con el único valor añadido del sensato prólogo de José Luis Sampedro.