Zapatero desnudo y España al loro
@Jesús Cacho - 13/04/2009
A salvo de opinión mejor fundada en Derecho, como suele afirmarse en el argot de la judicatura, creo que José Luis Rodríguez Zapatero ha sido el primer Presidente de Gobierno de la democracia al que los medios de comunicación le han destripado de plano una crisis ministerial, prerrogativa muy personal del jefe del Ejecutivo que ha contado siempre con un elemento sorpresa del cual se han vanagloriado –y aprovechado- los sucesivos inquilinos de Moncloa ante los medios. Es posible que a muchos les parezca un detalle trivial, pero lo ocurrido se me antoja un dato a tener en cuenta en tanto en cuanto revelador del peso específico del Presidente y del respeto, barrunto que escaso, que inspira entre sus colaboradores más cercanos un año después de haber ganado sus segundas generales.
La crisis estaba tan filtrada que, apenas una semana después, causa asombro repasar lo ocurrido. Los profesionales de este diario saben que a partir del miércoles 1 de abril la inminencia de la crisis, con nombres y apellidos, fue objeto de intenso debate en las reuniones de redacción vespertinas. Ante la imposibilidad de confirmación monclovita, quien esto suscribe aludió con detalle al asunto en mi Con Lupa del domingo 5 (Hacia el cambio de Gobierno), como ese mismo día hizo el ABC de Sevilla –gran crónica- y, con menos datos, el director de El Mundo. El mismo domingo por la tarde, los medios de Prisa terminaron de pinchar el globo de esta crisis. Imposible imaginar que a Felipe González o a José María Aznar pudiera haberles ocurrido algo semejante.
Desaparecido el elemento sorpresa, la composición del nuevo Ejecutivo se reveló como un ejercicio político fallido, decepcionante desde el punto de vista de las necesidades del país, particularmente en lo referido a la superación de la crisis, pero muy revelador del andamiaje intelectual, emocional incluso, que adorna el cerebro de nuestro Presidente. En definitiva, ZP ha hecho ministra a Trinidad Jiménez porque se lo había prometido. Política de Estado. También se lo había prometido a José Blanco, como todo Madrid sabía desde abril de 2008, y el propio Blanco se había encargado de propalar. Más política de Estado. El regreso de Chaves a Madrid es un ejercicio de voluntarismo tan fuera de tiempo como lo sería la vuelta de Fraga a un hipotético GobiernoRajoy. Ni va a enmendar el carajal autonómico, ni va a procurar a ZP los apoyos políticos que su soledad parlamentaria pide a gritos.
Pero el nombramiento revelador por excelencia de esa aludida arquitectura mental del Presidente, expresión del genuino estilo Alicia que le distingue, es sin duda el de González-Sinde como nueva ministra de Cultura. Como el personaje cree haber perdido el apoyo del mundo del cine, del lobby de la ceja, y eso le concierne, le preocupa, le molesta en demasía, ¿qué hace para recuperarlo? Pues nombrar ministra del ramo a la presidenta de
Más importancia, infinitamente más teniendo en cuenta que hablamos de la gestión de la tremenda crisis que padecemos, es el nombramiento de Elena Salgado como ministra de Economía. Es bastante más que un rumor el intento, pleno de tenacidad, desplegado por Alfredo Pérez Rubalcaba en la génesis de esta crisis para hacerse cargo de la cartera de Economía. Vista la imposibilidad de lograrlo, el cerebro en la sombra de los Gobiernos Zapatero optó por colocar en el puesto a uno de los suyos, a una de sus mejores amigas. La frialdad con que el mundo económico ha acogido el nombramiento revela la frustración que ha provocado entre quienes creen, y son legión, que no es la persona adecuada para hacer frente a semejante envite. Otra genialidad de Zapatero.
Zapatero, ministro de Economía y Deportes.
Y conste que no hay nada personal en la consideración de la señora Salgado como claramente inapropiada para el cargo. Estamos hablando de otra cosa, señor Presidente. Hablamos de una crisis de caballo, cuya gravedad ha colocado a usted y su Gobierno fuera de juego. Porque lo obligado ahora es preguntarse quién va a llevar
Gigantesca decepción, pues. Parece difícil que este Gobierno pueda durar más de seis meses. Su composición es tan artificial, su capacidad de encandilar tan escasa, los mimbres tan pobres, que se ha hecho imprescindible poner en marcha la gran campaña de agit prop a la que estamos asistiendo en los últimos días para dar cierto empaque a la cosa, simple imagen, puro embeleco, intento en el que de nuevo brilla con luz propia el Grupo Prisa y su esmero por fabricar un currículo a la medida de su buena amiga Salgado and Co. ¿Pacto a la vista entre ZP y los herederos de Polanco? Por muchas y profundas que hayan sido las viejas heridas, ambas partes se necesitan hoy más que nunca.
Pero toda esa propaganda, toda esa falsa sensación de movimiento, toda esa supuesta hiperactividad que parece rodear al nuevo Gobierno según los medios amigos (“Cuando se percibe la cantidad y la enormidad de falsedades materiales expuestas sin vergüenza, incluso en los libros de los autores más reputados, da miedo leer. Pero se lee como se bebería agua de un pozo dudoso”. Simone Weil, Echar raíces), es papel mojado, intento baldío que el viento de la crisis barrera en cuatro días. Repito: no parece posible que Zapatero pueda aguantar con este Gobierno tres años más, hasta las generales de 2012. En esencia porque el problema no es el Gobierno, sino José Luis Rodríguez Zapatero. El problema de España desde marzo de 2004. Se entiende la decepción que reina en no pocas parcelas del socialismo español. Al inquilino de Moncloa parece haberle abandonado su tradicional baraka. El Rey está desnudo, y esta vez todo el mundo parece haberse dado cuenta.