McCain o la importancia de la suerte
TRIBUNA
PEDRO BAÑOS BAJO
CUANDO preguntaban a Napoleón cuál era la principal virtud que debía tener un general, siempre contestaba sin dudar: ¡suerte!.
Y si alguien nació tocado por la diosa Fortuna, ese es John McCain. El conjunto de vicisitudes por las que ha pasado a lo largo de sus 71 años, tiene difícil parangón. Como él mismo reconoce en su libro de memorias Faith of my Fathers , fue un estudiante mediocre, con marcadas dificultades para las ciencias. Lo que no fue obstáculo para que ingresara en la Academia Naval, siendo el primer sorprendido por las buenas calificaciones obtenidas en la prueba de matemáticas.
De comportamiento escandaloso e impetuoso, su mala fama de extravagante e insubordinado llegó incluso hasta los ciudadanos de Anápolis, donde se encontraba la Academia, librándose por los pelos de ser expulsado.
Tras recibir su diploma de Alférez de Navío, durante la fase de entrenamiento para piloto de la Armada, en Texas, su avión se estrelló contra la Bahía de Corpus Christi, no sufriendo ninguna lesión grave.
En el verano del 67, mientras prestaba sus servicios en el portaaviones USS Forrestal en el Golfo de Tonkin, se disparó accidentalmente un misil de un avión y fue a impactar contra los tanques de combustible del avión de McCain, quien se preparaba para una nueva misión, provocando el peor incendio de la marina estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial. Aunque las bajas se elevaron a 134 muertos y 161 heridos, nuestro incombustible personaje salió, otra vez, milagrosamente ileso.
Con 31 años, efectuando una misión sobre Hanoi, su avión, un A-4 Skyhawk, fue alcanzado en el ala derecha por un misil ruso, teniéndose que eyectar. Acción que le provocó la rotura de la pierna izquierda, el brazo izquierdo y el derecho por tres sitios, además de dejarle inconsciente. Pero con tanta suerte que su paracaídas descendió sobre un lago de las afueras de la ciudad, del que fue sacado, a punto de ahogarse, por norvietnamitas.
La gravedad de sus lesiones hizo que sus captores le desahuciaran. Al límite de la muerte, abandonado e inconsciente, le reconocieron como hijo del comandante en Jefe de todas las fuerzas norteamericanas en el Pacífico y decidieron, in extremis, llevarle al hospital.
Tras seis semanas en el hospital, terriblemente debilitado por los deficientes cuidados médicos recibidos y la perdida de 27 kilos, inmóvil en una camilla y sin ni siquiera poder comer por sí mismo, fue trasladado a un campo de concentración, donde no le dieron más de una semana de vida.
Sin embargo, y siempre por extremo azar, a pesar de las torturas y situaciones inhumanas a las que permanentemente debió hacer frente, en las que le llegaron a romper otra vez el brazo izquierdo, y acosado por enfermedades como la disentería, logró sobrevivir durante los cinco años y medio que duró su cautiverio en el campo jocosamente llamado por los yanquis como «Hanoi Hilton».
Por si fuera poco, la mitad de este tiempo lo pasó en una celda de 4 metros cuadrados, carente de ventanas y casi de ventilación, sin ningún contacto con nadie que no fuera sus carceleros. Pese a ello, no sólo no perdió la cabeza, sino que, al contrario, se fortaleció su carácter y su determinación por vivir y luchar.
A consecuencia de las muchas horas pasadas al sol durante su cautividad en Vietnam, veinte años después de liberado se le detectó un cáncer de piel, siendo operado, en 2000, de un melanoma maligno facial del que, una vez más, salió sin ninguna secuela.
Aunque al principio de la actual campaña presidencial nadie apostaba por su liderazgo dentro del Partido Republicano, el senador McCain, haciendo gala otra vez de su ya legendaria suerte, parece tener cada vez más expedito el camino hacia la Casa Blanca.
Ya sólo le faltaría que la providencia le proveyera de un aspirante a la vicepresidencia con carisma y con juventud suficiente para compensar su principal debilidad: la avanzada edad, ya que, de ser elegido, sería nombrado presidente con 72 años. Hay quien ya piensa en el general David Petraeus, considerado como el militar norteamericano más respetado y uno de los líderes mundiales más influyentes. Este General de Ejército (4 estrellas) de 55 años, y actual Comandante General de la fuerza multinacional en Irak, es, sin duda alguna, otro favorecido de los hados, al que incluso los propios iraquíes ya le han puesto el sobrenombre de «Rey David».
La aptitud natural de McCain para superar las mayores adversidades y resucitar de sus propias cenizas está fuera de toda duda. A buen seguro que se lo va a poner muy difícil a sus adversarios políticos.
Y si alguien nació tocado por la diosa Fortuna, ese es John McCain. El conjunto de vicisitudes por las que ha pasado a lo largo de sus 71 años, tiene difícil parangón. Como él mismo reconoce en su libro de memorias Faith of my Fathers , fue un estudiante mediocre, con marcadas dificultades para las ciencias. Lo que no fue obstáculo para que ingresara en la Academia Naval, siendo el primer sorprendido por las buenas calificaciones obtenidas en la prueba de matemáticas.
De comportamiento escandaloso e impetuoso, su mala fama de extravagante e insubordinado llegó incluso hasta los ciudadanos de Anápolis, donde se encontraba la Academia, librándose por los pelos de ser expulsado.
Tras recibir su diploma de Alférez de Navío, durante la fase de entrenamiento para piloto de la Armada, en Texas, su avión se estrelló contra la Bahía de Corpus Christi, no sufriendo ninguna lesión grave.
En el verano del 67, mientras prestaba sus servicios en el portaaviones USS Forrestal en el Golfo de Tonkin, se disparó accidentalmente un misil de un avión y fue a impactar contra los tanques de combustible del avión de McCain, quien se preparaba para una nueva misión, provocando el peor incendio de la marina estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial. Aunque las bajas se elevaron a 134 muertos y 161 heridos, nuestro incombustible personaje salió, otra vez, milagrosamente ileso.
Con 31 años, efectuando una misión sobre Hanoi, su avión, un A-4 Skyhawk, fue alcanzado en el ala derecha por un misil ruso, teniéndose que eyectar. Acción que le provocó la rotura de la pierna izquierda, el brazo izquierdo y el derecho por tres sitios, además de dejarle inconsciente. Pero con tanta suerte que su paracaídas descendió sobre un lago de las afueras de la ciudad, del que fue sacado, a punto de ahogarse, por norvietnamitas.
La gravedad de sus lesiones hizo que sus captores le desahuciaran. Al límite de la muerte, abandonado e inconsciente, le reconocieron como hijo del comandante en Jefe de todas las fuerzas norteamericanas en el Pacífico y decidieron, in extremis, llevarle al hospital.
Tras seis semanas en el hospital, terriblemente debilitado por los deficientes cuidados médicos recibidos y la perdida de 27 kilos, inmóvil en una camilla y sin ni siquiera poder comer por sí mismo, fue trasladado a un campo de concentración, donde no le dieron más de una semana de vida.
Sin embargo, y siempre por extremo azar, a pesar de las torturas y situaciones inhumanas a las que permanentemente debió hacer frente, en las que le llegaron a romper otra vez el brazo izquierdo, y acosado por enfermedades como la disentería, logró sobrevivir durante los cinco años y medio que duró su cautiverio en el campo jocosamente llamado por los yanquis como «Hanoi Hilton».
Por si fuera poco, la mitad de este tiempo lo pasó en una celda de 4 metros cuadrados, carente de ventanas y casi de ventilación, sin ningún contacto con nadie que no fuera sus carceleros. Pese a ello, no sólo no perdió la cabeza, sino que, al contrario, se fortaleció su carácter y su determinación por vivir y luchar.
A consecuencia de las muchas horas pasadas al sol durante su cautividad en Vietnam, veinte años después de liberado se le detectó un cáncer de piel, siendo operado, en 2000, de un melanoma maligno facial del que, una vez más, salió sin ninguna secuela.
Aunque al principio de la actual campaña presidencial nadie apostaba por su liderazgo dentro del Partido Republicano, el senador McCain, haciendo gala otra vez de su ya legendaria suerte, parece tener cada vez más expedito el camino hacia la Casa Blanca.
Ya sólo le faltaría que la providencia le proveyera de un aspirante a la vicepresidencia con carisma y con juventud suficiente para compensar su principal debilidad: la avanzada edad, ya que, de ser elegido, sería nombrado presidente con 72 años. Hay quien ya piensa en el general David Petraeus, considerado como el militar norteamericano más respetado y uno de los líderes mundiales más influyentes. Este General de Ejército (4 estrellas) de 55 años, y actual Comandante General de la fuerza multinacional en Irak, es, sin duda alguna, otro favorecido de los hados, al que incluso los propios iraquíes ya le han puesto el sobrenombre de «Rey David».
La aptitud natural de McCain para superar las mayores adversidades y resucitar de sus propias cenizas está fuera de toda duda. A buen seguro que se lo va a poner muy difícil a sus adversarios políticos.