El heroísmo mágico de Mariano Rajoy y el realismo costumbrista de Rodríguez Zapatero
@Jesús Cacho - 03/09/2007
A finales del XIX, cuando la Rusia campesina se descomponía víctima de una miseria de siglos causada por la avaricia de los latifundistas, al tiempo que la semilla de la revolución avanzaba imparable en los barrios industriales de los grandes núcleos urbanos, un diplomático ruso, el conde Osten Saken, ironizaba refiriéndose al zar Nicolás en una conversación con el príncipe alemán Von Bülock. (ministro de Asuntos Exteriores y canciller del Reich entre 1900 y 1909) en estos términos:
"L'empereur Nicolas a una indifférence qui frise l'heroisme"Se refería el diplomático a la incapacidad de Nicolás II, uno de los zares más mediocres de la dinastía de los Romanov, para manejar los gigantescos desafíos a que se enfrentaba una dinastía moribunda, que se había condenado a sí misma al renunciar a su modernización y democratización. Lo cuenta Nicolai Bujarin, uno de los dirigentes de la Revolución de Octubre, en su novela "Cómo empezó todo" (Editorial Pre-Textos), una obra que el camarada Stalin le impidió terminar cuando una mañana de 1938 lo llevó, como a tantos otros, ante el pelotón de ejecución.
Para Bujarin, Nicolás II era una figurilla desprovista de voluntad e inteligencia, sometida a la personalidad de la autoritaria alemana que había elegido por esposa, una señora de armas tomar dispuesta a ejercer su condición de todopoderosa emperatriz de Rusia. Por aquel entonces, el fino olfato de Bismarck analizaba la situación de los Romanov en términos reveladores: "En el tonel ruso se está produciendo una fermentación que deja oír un ruido sordo e inquietante. En cualquier momento puede producirse una explosión. Sería mejor para la paz internacional que el estallido ocurriera en Asia, lejos de Europa. Lo más prudente consistirá en impedir que el tapón nos atraviese la barriga". Y así fue como el viejo lobo del imperialismo alemán empujó al débil Nicolás a jugar a la guerra, y desangrarse, en el Lejano Oriente.
Salvadas todas las distancias, la cita de Bujarin viene como anillo al dedo para describir la situación de un Mariano Rajoy cuya apatía y displicencia a la hora de afrontar los problemas que tienen maniatado al PP raya en el heroísmo más sublime. Decidido a no dar ni un milímetro de ventaja a Rodríguez Zapatero en la carrera electoral en curso, el líder de la derecha se ha tumbado a la bartola y se ha tomado tantas vacaciones como el presidente del Gobierno, faltaría más. Y vengan días y salgan ollas.
Pero el cachazudo aspirante a la presidencia del Gobierno no ha podido evitar que el tapón de los conflictos del PP le estallara este verano en la barriga. Y en plena piscina, poblada de delfines a cual más gallardo o gallardón. Decía Escámez en sus tiempos de presidente del Banco Central que no quería oír hablar de delfines, porque luego pasa lo que pasa. Rajoy no ha tenido necesidad de nombrarlos: los ha heredado todos –todos los conflictos- de José María Aznar, ese preclaro líder de la derecha dura que ahora anda labrándose una fortunita, mientras se hunde España, al servicio de multimillonarios varios.
De modo que por ahí está nuestro Rajoy, ahormando con señero heroísmo su derrota electoral de marzo de 2008. Sólo una cosa, se me alcanza, podría impedirlo: llevar como número dos de las listas por Madrid a Ruiz Gallardón, aún a riesgo de que el delfinario de la derecha explote de una vez en mil pedazos, para alumbrar la derecha moderna que tantos españoles están deseando poder votar. La última humorada en el PP ha venido de Fraga, que como todo el mundo sabe es un maestro en eso de las sucesiones modélicas, tan modélica que ahí está la derecha gobernando en Galicia, gracias a la acreditada sabiduría de don Manuel a la hora de anticipar su jubilación...
De modo que si los Dioses no lo remedian, que todo apunta a que no, nuestro brillante Zapatero repetirá mandato en marzo próximo. Tal es el horizonte que el secarral hispano ofrece en este apasionante curso político que ahora se inicia. Frente a la estulticia de la derecha (cada día es más evidente que a la política no van los mejores, sino los que no tienen nada mejor que hacer, a menudo tipos mediocres provistos de la albarda de un afán de poder capaz de espantar a cualquier persona de bien), Zapatero solo tiene que seguir prodigando sus habituales sonrisas de Gioconda alegre y confiada, instalado como está en los lugares comunes, vacíos de cualquier contenido medianamente serio. Puro costumbrismo.
Como los que ayer expelió en el diario de Prisa. Nada con gaseosa. "Busco una mayoría suficiente para la modernización definitiva de España". ¿Modernización o desguace? Tal es la gran cuestión sobre el tapete de cara a las generales de marzo. En una cosa tiene razón el presidente, y es cuando dice que "el PSOE perdió en Madrid y hubo cambios. El PP lleva 25 años perdiendo en Andalucía y presenta otra vez a Arenas". Más claro, agua.
Y es que el PP sigue atado, maniatado Rajoy, lastrado el partido por las arenas movedizas de siempre, de los de siempre, de una generación que ha hecho de la política su modus vivendi, que se niega a irse a su casa admitiendo que su tiempo ya pasó, aferrado a las viejas consignas, a la política cerril en el tema de ETA, antes con conspiración y ahora, ¡aleluya!, sin ella, aparentemente convencidos los hijos putativos de Aznar de que será ETA quien les devuelva el Gobierno que ETA les quitó. Pero Zapatero, ¡imposible negar que este tipo tiene baraka!, o mejor dicho, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, están cazando etarras como quien caza conejos a punto de salir de la madriguera, y no hay riesgo serio de que un posible credit crunch -sobre el sector de la construcción, primero, y sobre el conjunto de la economía, después- pueda hacer cambiar el sentido del voto de los españoles.
De modo que habrá que dejar pasar 2008 y esperar que el Partido Popular alumbre un personaje con talento y voluntad suficiente, sin heroísmos a lo Nicolás II, como para mandar a paseo a todos los Arenas que han tomado el partido como rehén. Y hacerlo con filosofía y cierto sentido el humor, si ello es posible. Episodios curiosos para divertirnos no han de faltar este curso, como la guerra a muerte que se ha declarado entre las familias que intentan medrar a la sombra del zapaterismo, o Prisa contra Mediapro. A ZP le ha pasado en este punto como al patrón de la escudería McLaren: que sus pilotos andan a la greña, y esta guerra va en serio. Como todas las que tienen que ver con el dinero.