“Esa noche no me iré”. Fue la escueta respuesta que el candidato Alfredo Pérez Rubalcaba (APR) ofreció el viernes en Twitter a la pregunta de qué pensaba hacer la noche del 20-N si la catástrofe resultara tal como predicen las encuestas. No dimitiré como hizo Almunia, vino a decir. No saldré corriendo con el rabo entre las piernas. Todo el andamiaje mediático levantado durante años en torno a la soi-disant inteligencia de un político poco común, hábil en la negociación, perspicaz en el regate, maniobrero en la sombra, se vino abajo como un castillo de naipes la noche del 7 de noviembre, frente a un hombre cuyo encanto como comunicador es perfectamente descriptible.
Era el héroe romántico llamado a levantar la moral del socialismo tras el trauma de la era Zapatero, y a minimizar el desastre de un partido que por segunda vez en 15 años abandona la poltrona dejando por herencia una tasa de paro del 22% de la población activa. Tan fuerte se sentía el jueves 26 de mayo pasado, en la sala de gobierno del Congreso y ante varios prohombres del partido por testigos, que el candidato lanzó un órdago al jefe del Ejecutivo: “Se acabaron las bromas, si Carme [Chacón] no se retira, me retiro yo”. Don Alfredo no quería primarias. Apenas dos horas después, una de la tarde, la afectada, rostro desencajado, relataba en la sede de Ferraz su viacrucis: “Doy un paso atrás para que el PSOE de un paso adelante […] La escalada contraria al proceso electoral interno pone en riesgo la unidad del partido, la imagen del presidente e, incluso, la estabilidad del Gobierno…”
El viento, que tantas cosas se está llevando por delante en esta peripatética España, ha barrido también las dramáticas palabras de la ministra de Defensa. Ni rastro. Pero si a finales de julio el “efecto Rubalcaba” lograba reducir la ventaja del PP a 7,1 puntos en intención de voto (Barómetro del CIS del 27 de dicho mes), el macrosondeo del mismo Centro conocido el 4 de noviembre amplió la ventaja de Mariano Rajoy(MR) a 16,7 puntos, un abismo mayor que el Cañón del Colorado, en apariencia imposible de salvar a una semana vista de las urnas. “Alfredo habría tenido cierta chance si, proclamado candidato el 28 de mayo, Zapatero hubiera convocado elecciones para el 24 de julio, porque, en el contraste de caracteres con Rajoy, al menos habría logrado minimizar la derrota y reducirla a unos niveles más que aceptables para el PSOE”, asegura un personaje del aparato socialista. En poco más de 3 meses, el “milagro Rubalcaba” ha perdido pues casi 10 puntos frente a MR. Espectacular.
Lo que el 29 de julio hizo el de León, en otra de sus geniales performances, fue anunciar generales para el 20 de noviembre, un tiempo más que sobrado para que APR se cociera en su salsa. Tras pasarse el verano montando un programa de Gobierno rabiosamente izquierdista en el que ni él mismo cree, a la vuelta de septiembre se dio cuenta de que la derrota no solo era inevitable, sino severa, lo cual provocó un giro de timón consistente en desmarcarse de Zapatero y abjurar de sus políticas. Las cifras de desempleo recientes (EPA y Paro Registrado), unido a la mortal cogida sufrida en el ruedo del tráfico de influencias por su cuate José Blanco, no han hecho sino empeorar su posición. Revestido ya del sambenito de chivo expiatorio, “víctima propiciatoria de ese gran malvado llamado ZP con el que nunca he tenido nada que ver”, don Alfredo se presentó al debate con la moral del perdedor: “en este momento es más fácil que el Madrid le gane al Barça que remontar”; “tengo por delante una batalla muy difícil”, etc.
El “efecto Rubalcaba” y la gaseosa
Quienes suponían que el 7 de noviembre iban a asistir al despliegue en directo de las virtudes políticas y dialécticas que supuestamente atesora el candidato se llevaron un chasco. Talento comunicacional poco, nervios muchos y ausencia de hilo conductor claro. Sobrevalorado, mostró falta de carácter y ausencia de liderazgo. APR ha resultado ser lo que muchos sabían hace tiempo: un hombre que se mueve bien en la sombra pero a quien calcinan los focos del primer plano; un número dos nato, perfecto para llevar la cartera de un jefe dispuesto a recibir los palos en primera persona. Al final, el “efecto Rubalcaba” ha resultado tener la fuerza expansiva de una gaseosa. ¿Significa esto que tirará la toalla a las ocho de la noche y un minuto del 20-N? “En absoluto”, aseguran en el PSOE. “Este ha venido para quedarse como líder de la oposición. La gente no ha entendido nada: su objetivo no es derrotar a Rajoy, sino seguir en el machito incluso con 70 diputados…”
Curiosa conducta la de quien lleva tiempo despidiéndose porque está cansado, tiene mala salud, etc. “En el partido hay gente convencida de que Alfredo lanzará una ofensiva muy fuerte el mismo 21-N para tumbar a Zapatero en dos meses y preparar el 38º Congreso, del que espera salir investido como secretario general casi sin oposición”. La estrategia ya está diseñada. Las cartas, marcadas.
ZP será señalado como culpable de la debacle socialista, de la que el propio Rubalcaba habrá sido apenas la víctima propiciatoria. Y, ciertamente, el de León quiere salir corriendo, dejando el campo expedito y sin librar batalla por candidato alternativo alguno. “Argumentará que el partido está tan mal que abrir una batalla por el poder sería suicida, de modo que él se ofrecerá cual Moisés dispuesto a conducir a la tribu socialista a través del desierto. Quien no esté con él será eliminado al instante, se apellide o no Chacón”. No le resultará nada fácil.
No menos difícil lo tendrá Rajoy si las urnas le colocan en Moncloa el 20-N. El panorama no puede ser más preocupante. ¿Lograremos transitar la próxima semana sin caer en el pozo del rescate? “Sí”, asegura un conocedor de los mercados, “pero solo porque las elecciones generales están encima. El 20-N significa para España lo que Monti para Italia yPapademos para Grecia. Sin elecciones, hoy estaríamos desfilando delante de Italia por el caminito de Jerez de la intervención”.
Todo el mundo con criterio está convencido de que Atenas no podrá pagar su deuda, ni siquiera con una quita del 50%. En la idea generalizada de que “lo de Grecia” terminará por explotar, se trata de evitar que la onda expansiva se lleve por delante a España e Italia y, por ende, al euro. ¿Cómo lograrlo? Haciendo que tanto Monti como Rajoy adopten de inmediato las reformas en profundidad que la UE y los mercados les están exigiendo. Ni más ni menos. Y anunciando un minuto después que el BCE comprará deuda española e italiana a mansalva, para cortar de cuajo la especulación.
Los enemigos de Rajoy están en el PP
De manera que Mariano Rajoy no tendrá ni cien, ni cincuenta ni diez días de gracia. Ni un minuto que perder. Como le ocurre a Rubalcaba, tras su victoria electoral los mayores enemigos del futuro presidente van a estar dentro de las filas del propio PP. “Enemigos” o simplemente amigos de su corralito son aquellos que presionan al gallego para que se olvide de utilizar la tijera en tanto en cuanto no lleguen las autonómicas andaluzas, “porque, entiéndeme, Mariano, si metemos miedo y asustamos al personal, puede que yo pierda la presidencia de la Junta, donde tengo que ganar también por mayoría absoluta”.
“Enemigos” también o amigos muy simples son aquellos que adelantan en esta clarita su «compromiso firme» de actualizar las pensiones a partir del 1 de enero de 2012, lo que, en cumplimiento de la Ley de 1998, obligaría al Estado a desembolsar unos 1.400 millones que no tiene. Es seguro que los pensionistas merecen más, pero ahora mismo esa promesa, señora Santamaría, suena a dislate, teniendo en cuenta que España se salvó de la quiebra en mayo de 2010 gracias precisamente al anuncio de reforma de las pensiones.
Difícil envite el que afronta Rajoy. Casi imposible. Pronto tendrá usted el Poder por el que ha suspirado durante casi ocho años. Ahora llega lo más difícil: prescindir de una vez de los Arriolas y gobernar a cara descubierta, sin miedo. Con criterio, pero con valor. Porque no es Rajoy quien se la juega, sino España. Como escribió Gregorio Marañón en un lejano 1930, “es necesario que todos sintamos la responsabilidad del momento”, de modo que su éxito contribuya a devolver la ilusión a los españoles y a rescatar la política de su consideración como “oficio de pillos desvergonzados o cosa de la que más vale no ocuparse”.
¿Sabrá usted estar a la altura de las circunstancias?