El técnico Dan Petrescu.
Rumanía clama "¡presidente!" al entrenador del Unirea
El Confidencial/Efe.- 25/11/2009 11:40h
"¡Presidente!", titula este miércoles en portada el deportivo Gazeta Sporturilor sobre una gran foto del entrenador del Unirea Urziceni, Dan Petrescu, después de que su humilde equipo venciese al Sevilla. A la izquierda, en una foto del partido del martes contra los hispalenses, un hombre con cara de pan sostiene una pancarta con esta leyenda: "Votad al tejón". El tejón es para la Rumanía futbolística el técnico del Urziceni, pequeño y redondo como este animal de hábitos nocturnos. A pocos días de que los rumanos decidan quién será su nuevo presidente, Petrescu es seguramente el hombre más prestigioso del país.
A sus 42 años, el ex internacional del Chelsea ha llevado al modesto Unirea de Urziceni al título de Liga nacional, y está a un solo empate de clasificarlo para los octavos de final de la máxima competición europea. Basado en la ciudad de Urziceni, cercana a Bucarest y de tan sólo 17.000 habitantes, el Unirea subió por primera vez a la categoría de oro del fútbol rumano hace sólo tres años.
En su segunda temporada en primera, ya de la mano de Dan Petrescu, el equipo fue quinto y se clasificó para la Copa de la UEFA. El éxito parecía difícil de superar, pero un año después el Unirea rompía todos los pronósticos y se proclamaba campeón de Liga. Con disciplina férrea, coherencia y seriedad, protegido por uno de los pocos presidentes del fútbol rumano que han dejado trabajar a sus entrenadores, Petrescu había conseguido batir a los grandes del campeonato nacional, pero muy pocos creían entonces que con lo que tenía podría competir con garantías en la Liga de Campeones.
Tranquilidad después de la primera derrota
La derrota por dos a cero en Sevilla pareció confirmar los augurios. No fue una decepción, pero diluyó el interés de los medios y dio al equipo una tranquilidad que ha contribuido a la buena actuación en la liguilla. Con solidez defensiva y una perseverancia admirable en tocar el balón, el Unirea emprendió una trayectoria ascendente apoyado sobre el césped en tres pilares fundamentales. El pulmón brasileño Ricardo Vilana, el hábil cañonero Marius Bilasco y el argentino de 26 años Pablo Brandán, un carrilero a la vieja usanza fiable, técnico y vertical.
Después de perder en España, el Unirea empató en casa ante el Stuttgart, y presentó en firme su candidatura a octavos con una exhibición en Glasgow ante el histórico Rangers (1-4). En el primer partido de la segunda vuelta, un golazo en los últimos minutos de Marius Onofras salvó el segundo puesto en la visita de los escoceses a Bucarest (1-1). El próximo obstáculo era el Sevilla, líder incontestable y uno de los equipos más en forma del continente.
El martes, 15.000 espectadores acudieron al estadio del Steaua de Bucarest, donde el Unirea juega sus partidos europeos por no cumplir su estadio los requisitos de la UEFA. No consiguieron llenarlo, pero los balcánicos batieron el récord de asistencia como locales en la Liga de Campeones, y por primera vez salieron al campo arropados por el público. Después de una primera parte dominada por el Sevilla, un gol en propia puerta de Dragutinovic despertó a la grada.
Aficionados de todos los equipos rumanos
Agitando bandera blanquiazules y de Rumanía, vecinos de Urziceni y aficionados al fútbol de todos los equipos rumanos gritaron mil veces "Unirea" como un solo hombre. El Unirea creció en la segunda parte, que ofreció ocasiones en las dos porterías y acabó con el Sevilla volcado sobre la portería deArlauskis. Varias veces temieron los rumanos por la victoria, pero la falta de puntería sevillista les permitió llegar al final con el preciado uno a cero.
Aunque la victoria del Stuttgart en Glasgow frustró la clasificación matemática del Unirea, las tribunas celebraron jubilosas la gesta de un club humilde, sufrido, invisible y trabajador. Un equipo con rostro de rumano, parecido a las muchas caras duras y resignadas que asomaban el martes en la grada de Ghencea bajo gorros mal calados de astracán o de ropa.
En su segunda temporada en primera, ya de la mano de Dan Petrescu, el equipo fue quinto y se clasificó para la Copa de la UEFA. El éxito parecía difícil de superar, pero un año después el Unirea rompía todos los pronósticos y se proclamaba campeón de Liga. Con disciplina férrea, coherencia y seriedad, protegido por uno de los pocos presidentes del fútbol rumano que han dejado trabajar a sus entrenadores, Petrescu había conseguido batir a los grandes del campeonato nacional, pero muy pocos creían entonces que con lo que tenía podría competir con garantías en la Liga de Campeones.
Tranquilidad después de la primera derrota
La derrota por dos a cero en Sevilla pareció confirmar los augurios. No fue una decepción, pero diluyó el interés de los medios y dio al equipo una tranquilidad que ha contribuido a la buena actuación en la liguilla. Con solidez defensiva y una perseverancia admirable en tocar el balón, el Unirea emprendió una trayectoria ascendente apoyado sobre el césped en tres pilares fundamentales. El pulmón brasileño Ricardo Vilana, el hábil cañonero Marius Bilasco y el argentino de 26 años Pablo Brandán, un carrilero a la vieja usanza fiable, técnico y vertical.
Después de perder en España, el Unirea empató en casa ante el Stuttgart, y presentó en firme su candidatura a octavos con una exhibición en Glasgow ante el histórico Rangers (1-4). En el primer partido de la segunda vuelta, un golazo en los últimos minutos de Marius Onofras salvó el segundo puesto en la visita de los escoceses a Bucarest (1-1). El próximo obstáculo era el Sevilla, líder incontestable y uno de los equipos más en forma del continente.
El martes, 15.000 espectadores acudieron al estadio del Steaua de Bucarest, donde el Unirea juega sus partidos europeos por no cumplir su estadio los requisitos de la UEFA. No consiguieron llenarlo, pero los balcánicos batieron el récord de asistencia como locales en la Liga de Campeones, y por primera vez salieron al campo arropados por el público. Después de una primera parte dominada por el Sevilla, un gol en propia puerta de Dragutinovic despertó a la grada.
Aficionados de todos los equipos rumanos
Agitando bandera blanquiazules y de Rumanía, vecinos de Urziceni y aficionados al fútbol de todos los equipos rumanos gritaron mil veces "Unirea" como un solo hombre. El Unirea creció en la segunda parte, que ofreció ocasiones en las dos porterías y acabó con el Sevilla volcado sobre la portería deArlauskis. Varias veces temieron los rumanos por la victoria, pero la falta de puntería sevillista les permitió llegar al final con el preciado uno a cero.
Aunque la victoria del Stuttgart en Glasgow frustró la clasificación matemática del Unirea, las tribunas celebraron jubilosas la gesta de un club humilde, sufrido, invisible y trabajador. Un equipo con rostro de rumano, parecido a las muchas caras duras y resignadas que asomaban el martes en la grada de Ghencea bajo gorros mal calados de astracán o de ropa.