Boyer (y otros profetas) contra el imperio del mal
Según parece, Miguel Boyer está enfadado. Muy enfadado. Tan enfadado que ha publicado en El País una breve carta al director en la que arremete contra el presidente del BCE por hacer mal su trabajo. Ha llegado, incluso, a sugerir que Jean-Claude Trichet no entiende nada de economía real (sic)...
Sostiene Boyer que Trichet tiene ‘nulo instinto económico’, algo que tampoco deja de sorprender. Sobre todo viniendo de alguien que aventuró en su día (cuando fue nombrado patrón de Faes) todo tipo de catástrofes económicas para España si finalmente abrazaba el euro. Ni que decir tiene que gracias a que nadie le hizo caso, este país disfrutó entre 1998 y 2007 del periodo expansivo más largo e intenso de nuestra reciente historia económica.
¿O es que España sin el euro hubiera podido sortear mejor la actual recesión mundial?
Con todo, lo más significativo es el empeño de Boyer en demostrar que las cosas no son tan negativas. Ha dejado escrito el ex ministro de Economía que las previsiones para España “no pintan tan mal como interpretan ciertos analistas y aficionados” (sic), y a partir de esta premisa llega a la conclusión de que en 2009 el decrecimiento “será inferior a la media de la UEM y a países como Alemania, Italia y Reino Unido”. Como corolario, deja una frase memorable. En 2014, sostiene Boyer, España estará creciendo al mismo ritmo que Estados Unidos y por encima de Alemania e Italia. Largo me lo fiáis, querido Sancho.
Aferrarse a una décima arriba o abajo en términos intertrimestrales para concluir que la recuperación ha comenzado es como creer que con un vaso de agua un elefante puede calmar su sed
Si hay que esperar a 2014 para ver la luz es que España tiene un problema. Y por supuesto también algunos de sus preclaros analistas. El economista jefe de Intermoney, José Carlos Díez, aseguraba hace unos días en la radio que España no sólo había tocado fondo, sino que incluso estaba en condiciones de anunciar a los siete mares que había dejado atrás la recesión. A su lado, Boyer es un cenizo. Aferrarse a una décima arriba o abajo en términos intertrimestrales para concluir que la recuperación ha comenzado es como creer que basta darle un vaso de agua a un elefante para calmar su sed. El paquidermo se beberá con gusto el cuarto de litro, pero seguirá queriendo echar agua a su gaznate.
La economía de la décima
Algo parecido le sucede la economía española. En los próximos dos trimestres vamos a asistir a un espectáculo colosal. Vivas y animadas discusiones sobre si la economía ha salido de la recesión por el hecho de que el PIB intertrimestral crezca una décima o dos, lo cual es un auténtico dislate. Primero, porque la metodología de la Contabilidad Nacional impide ese nivel de precisión, y por eso es más representativo utilizar tasas internanuales para medir la evolución del PIB. Y segundo, porque a la hora de hacer política económica lo relevante es conocer el estado real de la cuestión, y sucede que dejarse llevar por datos tan volátiles impide conocer la dimensión de la crisis. Una décima arriba o abajo anualizada (multiplicándola por los cuatro trimestres de un año) puede sesgar tanto el análisis que ni una sibila experimentada podría sacar conclusiones. Aunque se llame Boyer o Díez.
¿O es que el consumo privado se ha recuperado en el último trimestre por el hecho de que la Contabilidad Nacional haya reflejado una caída de sólo una décima? Parece evidente que para conocer el alcance de la crisis (y por lo tanto para tomar soluciones) es más representativo utilizar tasas interanuales. Y lo que dice el INE es que los hogares españoles consumieron en el tercer trimestre del año un 5,1% menos que en igual periodo del año anterior en términos reales, un registro algo mejor que el -6% del trimestre precedente, pero todavía muy cerca del -5,4% con que comenzó el año. Y, por supuesto, todavía bastante peor que el -3,3% del último trimestre de 2008.
Es evidente que las tasas intertrimestrales son relevantes a la hora de conocer los últimos agregados macroeconómicos y sirven como señal de alerta sobre un cambio de tendencia, pero sacar conclusiones exclusivamente a partir de esta forma de medir el PIB es como si pensáramos que estamos delante de una nueva glaciación simplemente porque esta mañana ha hecho mucho frío.
Una cruel recesión
Desgraciadamente se olvida –el Gobierno es lógico que lo haga para salvar su pellejo- que el paisaje después de la batalla de la recesión va a ser verdaderamente cruel y eso lastra las probabilidades de reactivación. No hay más que leer los últimos datos de Eurostat sobre la tasa de empleo de España. No son ganas de amargar a nadie la vida. El fin de la recesión no significa necesariamente la recuperación económica. Hay un camino intermedio que se llama estancamiento, y es en el que desgraciadamente puede caer la economía española si no se hacen las cosas bien. Es probable, por lo tanto, que las tasas intertrimestrales reflejen en los próximos trimestres que la economía ha tocado suelo, pero no debe confundirse esta realidad con la recuperación. Un simple vistazo a las últimas previsiones de la OCDE deja las cosas claras.
Durante el próximo bienio, la economía española va a crecer un 0,6% de media (-0,3% en 2010 y 0,9% en 2011), y nadie creerá que con esas tasas la economía está en condiciones de absorber los dos gigantescos desequilibrios que va a dejar esta recesión en forma de herencia: el déficit público y el desempleo. Veamos que dice la OCDE al respecto. Pues que dentro de dos años el desempleo seguirá situado en el 19% (el FMI habla de un 20,2%), mientras que el déficit fiscal apenas se habrá rebajado hasta el 7,7% (el Fondo Monetario prevé un increíble 12,5%). Tampoco el consumo de las familias está en condiciones de recuperarse, básicamente por la persistencia de elevadas tasas de desempleo. Tan sólo crecerá un 0,6% (el Gobierno estima un -0,4%) en un contexto de práctica deflación. De hecho, el deflactor del PIB (mucho más relevante que el IPC) crecerá lo mismo que señalan algunas etiquetas de la cerveza sin alcohol: 0,0%. Es decir, la paz de los cementerios.
¿Qué quiere decir esto? Pues ni más ni menos que hay crisis para rato. O dicho en otros términos: la recesión está a punto de acabar y comienza el estancamiento. ¿Hay razones para estar alegres? Parece que no. Claro está, a no ser que crecer menos de un 1% durante un bienio se llame recuperación. Si es así, los profetas tienen razón.