Los presuntos tramposos, instalados en la derecha política
Una historia que incluye a Agag y su alegre muchachada sin olvidar a Romero de Tejada, entre la copistería y Cajamadrid
En los primeros años setenta del siglo pasado, un western atípico, llamado El día de los tramposos, cosechó un notable éxito en las pantallas españolas. Grandes actores, como Kirk Douglas y Henry Fonda, avalaban el interés suscitado por la película. Unos doce años antes -hacia 1959-, también fue muy vista por el público de nuestro país, una españolada bajo el título genérico deLos tramposos, con un reparto de estrellas entonces emergentes como Tony Leblanc, Concha Velasco, Laura Valenzuela y Antonio Ozores.
El yernísimo
Entre los tramposos, de los comienzos del siglo XXI, cabe incluir a modo de historia -que sería por cierto una película extraordinaria-, presuntamente a Alejandro Agag, elyernísimo, cuya corte de ambiciosos sin límites se movía hace unos años en el ámbito del denominado clan de Becerril, amparados todos los cachorros populares, aquella alegre muchachada, por la poderosa protección del presidente del PP y del Gobierno, José María Aznar López, el hombre que casó a su hija Ana con el citado Agag y que, junto a su maniobrera esposa -obstinada en ser la segunda/primera dama del Reino- impulsaron la celebérrima boda imperial, celebrada en el Monasterio de El Escorial, eregido a instancias de Felipe II, padre del ya mencionado Felipe III.
Noble encargo
Agag era íntimo amigo -en esa época al menos-, de Francisco Correa y de sus conocidos cuatreros/pijos, sin olvidar al denominado El Bigotes, Álvaro Pérez. Hasta el punto de que fueron ellos los organizadores oficiales de la boda, noble encargo que les endosó el presidente, ansioso de satisfacer a sus distinguidísimos invitados, algunos estadistas de primera categoría y alto rango, llegados de Londres y de Roma. Uno fue el organizador. El otro fue además padrino de boda. No pocos figuraban en las lista de invitados.
El mecánico de Agag
Han transcurrido poco más de diez años y Agag ni sabe ni contesta. Preguntado hace un par de días por el periodista Lluis Canut, en TV-3, sobre quién confeccionó la lista de invitados al enlace matrimonial, Agag recurrió a la vía del cinismo: “Debió de ser un mecánico”. Luego no quiso decir nada sobre Correa, uno de sus padrinos: “Me está entrando una especie de amnesia”. Interrogado en torno al regalo de boda que le hizo Correa, Agag manifestó: “La amnesia ahora es total”. Y requerida su opinión acerca de los casos de corrupción vinculados al PP siguió impasible, parapetado en el sarcasmo: “Mire, la amnesia se ha convertido en sordera”.
Rajoy, encogido de hombros
Agag elude hablar de Correa. Esperanza Aguirre cierra la comisión de investigación parlamentaria sobre los espías que redactan o redactaban dossiers comprometedores. Mariano Rajoy, como siempre, se ha lavado las manos y se encoge de hombros. Luís Bárcenas, senador tesorero del PP –cargo desde el que se fraguó el caso Naseiro, hace unos 20 años-, asegura que “lo de mi sueldo es una barbaridad”, pero no dice cuánto cobra ni cómo se ha multiplicado su fortuna en estos últimos años. Sáenz de Santamaría y De Cospedal continúan insistiendo que todo es un montaje y sugieren, sin pestañear, que el PP está más limpio que una patena el día del Corpus.
El estadista valenciano
El estadista valenciano, de nombre Francisco Camps, es incapaz de encontrar las facturas de sus elegantes trajes y, mientras, toma el pelo al personal proclamando que él paga sus vestidos. Trillo -que ignora el sentido del vocablo dimisión ni conoció la dignidad como ministro de Defensa- justifica a Camps y advierte que no acostumbra a pagar sus compras con tarjeta de crédito. Por cierto, esto de pagar a tocateja lo frecuentan no pocos supuestos tramposos. Como le sucede el vicepresidente de lalideresa, el impoluto González, experto en sacar tajada a las aguas de Isabel II, la reina que transformó Madrid en la corte de los milagros y las corrupciones de todo orden.
El perito pícaro de Corcubión
Los tramposos jamás se cortan un pelo. A Carmen Veiras, la jueza de Corcubión (A Coruña), uno de los peritos judiciales se la ha metido doblada. Santiago Martín Criado, profesor de Ingeniería Naval, es el pícaro de esta otra historia que nos lleva al asunto Prestige. Asesoró entonces, en 2002, al Ministerio de Fomento y, por tanto, al Gobierno Aznar y respaldó la actuación gubernamental en la catástrofe. Pero hurtó ante el Juzgado su relación con Fomento, circunstancia incompatible por aquello tan elemental de que no se puede ser a la vez juez y parte. Andaban muy fatuos en el PP por el auto de la juez exculpando a Fomento. La exculpación la han conseguido mediante una trampa flagrante. Carecen de escrúpulos y se pasan, los tramposos, por salve sea la parte su vergüenza, si es que aún les queda.
El de la copistería
¿Se acuerdan del mago de los negocios inmobiliarios y urbanísticos, Ricardo Romero de Tejada, a la sazón presidente del PP de Madrid, cuando argumentaba tras el tamayazoque sus ingresos le llegaban en buena parte como empleado de una copistería? Pues ahí está, de consejero casi perpetuo en Cajamadrid, que es otro ejemplo de ausencia de probidad popular. De trampa en trampa, de chollo en chollo, de oca a oca, y tiro porque me toca. Los tramposos, hay que reconocerlo, son linces. Se parecen a ese episcopal lince ibérico, que no es ibérico, transformado en reclamos publicitarios contra el aborto. Sin embargo, tranquilos todos. Seguimos en la corte de los milagros. Y en la de los tramposos.
Enric Sopena es director de El Plural