De nuevo, a las armas. A las armas verbales, gracias a Dios.
Ha bastado que el Tribunal Constitucional dictara sentencia sobre el estatut catalán para que la gran jaula de discusiones se llene de grillos. “¡Se parte España!”, “¡Nos roban Cataluña!”, “¡No pasarán estos españolistas!”, “¡Som una nació, osti!”. Pero hay muchos otros que no entienden este escándalo, como mi amigo Fernando Encinar, quien ayer escribía que todo esto le parece muy provinciano.
Como siempre, el fallo no ha gustado a nadie. Pero lo mejor, es que ha revuelto la coctelera de las nacionalidades y la blogosfera se ha llenado de iracundia. Muchos han aprovechado la ocasión para manifestar que no son españoles, que viven aquí por casualidad y que si pudieran decretarían el estado federal, la independencia y tirarían sus pasaportes españoles a la basura.
Desde hace mucho pienso que lo de ser de un sitio es algo que se siente, no se piensa. No obedece a razones, ni argumentos, ni a la lógica. Hay gente que llora, sufre y grita porque es del Atleti, del Barça o del Madrid. Supongo que porque nacieron en esos territorios. Pero no hay muchas razones detrás de esta emoción porque ni los jugadores son de su pueblo, ni los seguidores son de ese pueblo en muchos casos. Son de ese equipo “porque sí”.
Una vez un periodista vasco me dijo que cuando nació su hijo le hubiera gustado que tuviera la nacionalidad vasca. Estuvo dos horas tratando de convencerme de sus ideas, pero la verdad, yo las había entendido al primer minuto: si no te sientes español, pues ya está.
¿Qué es ser español?
Podría decirles ahora que si tienen dos horas se lo explicaría, empezando por Viriato y terminando por Fernando Torres. Pero es más sencillo. Es telegramático: uno es español porque sí.
No me serviría de nada usar el idioma, la tradición, la sangre, la guerra contra los moros porque al final, es como los colores del Barça: se sienten o no se sienten, y punto.
Pongamos algunos ejemplos. Los suizos tienen tres idiomas y medio: alemán, francés, italiano y romansch. El medio es el romansch, que es un latín deteriorado y pedregoso.
Y si uno pregunta a los suizos si se sienten alemanes, franceses, italianos o la vaca Milka, ellos responden: ¡suizos!
Lo mismo pasa con los alemanes. Si uno viaja fuera de Alemania, a ver comunidades alemanas instaladas en América o en Africa, no hay Casa de Baviera, o Centro de Suabia. Tampoco existe Pabellón de Renania. Está el Instituto Goethe y la embajada de Alemania porque todos los alemanes se consideran alemanes, aunque sea un estado federal con leyes federales.
¿Y EEUU? Me entra la risa cuando veo las películas donde una patrulla del estado de California se detiene en la frontera con Nevada o Arizona porque allí rigen otras reglas. Solo pueden pasar los federales. Y las leyes de cada estado son realmente diferentes sobre temas como la religión, la pena de muerte, los impuestos y hasta las relaciones maritales. Pero si uno pregunta a esas personas si se sienten de California o estadounidenses, ya se puede preparar uno a ver un tipo erguido con la mano en el corazón, la otra con la bandera de las barras y estrellas y cantando el himno nacional.
En fin, uno es o no es. Se es o no se es español por puro sentimiento. Lo que me haría gracia sería ver qué pasaría si algunos territorios apelaran a la independencia, y luego, al ver que se levantaban barreras y aduanas, y que no contarían con el euro, y que les cae su PIB y su comercio exterior con España, entonces dijeran: caray, tampoco era para ponerse así.
Ha bastado que el Tribunal Constitucional dictara sentencia sobre el estatut catalán para que la gran jaula de discusiones se llene de grillos. “¡Se parte España!”, “¡Nos roban Cataluña!”, “¡No pasarán estos españolistas!”, “¡Som una nació, osti!”. Pero hay muchos otros que no entienden este escándalo, como mi amigo Fernando Encinar, quien ayer escribía que todo esto le parece muy provinciano.
Como siempre, el fallo no ha gustado a nadie. Pero lo mejor, es que ha revuelto la coctelera de las nacionalidades y la blogosfera se ha llenado de iracundia. Muchos han aprovechado la ocasión para manifestar que no son españoles, que viven aquí por casualidad y que si pudieran decretarían el estado federal, la independencia y tirarían sus pasaportes españoles a la basura.
Desde hace mucho pienso que lo de ser de un sitio es algo que se siente, no se piensa. No obedece a razones, ni argumentos, ni a la lógica. Hay gente que llora, sufre y grita porque es del Atleti, del Barça o del Madrid. Supongo que porque nacieron en esos territorios. Pero no hay muchas razones detrás de esta emoción porque ni los jugadores son de su pueblo, ni los seguidores son de ese pueblo en muchos casos. Son de ese equipo “porque sí”.
Una vez un periodista vasco me dijo que cuando nació su hijo le hubiera gustado que tuviera la nacionalidad vasca. Estuvo dos horas tratando de convencerme de sus ideas, pero la verdad, yo las había entendido al primer minuto: si no te sientes español, pues ya está.
¿Qué es ser español?
Podría decirles ahora que si tienen dos horas se lo explicaría, empezando por Viriato y terminando por Fernando Torres. Pero es más sencillo. Es telegramático: uno es español porque sí.
No me serviría de nada usar el idioma, la tradición, la sangre, la guerra contra los moros porque al final, es como los colores del Barça: se sienten o no se sienten, y punto.
Pongamos algunos ejemplos. Los suizos tienen tres idiomas y medio: alemán, francés, italiano y romansch. El medio es el romansch, que es un latín deteriorado y pedregoso.
Y si uno pregunta a los suizos si se sienten alemanes, franceses, italianos o la vaca Milka, ellos responden: ¡suizos!
Lo mismo pasa con los alemanes. Si uno viaja fuera de Alemania, a ver comunidades alemanas instaladas en América o en Africa, no hay Casa de Baviera, o Centro de Suabia. Tampoco existe Pabellón de Renania. Está el Instituto Goethe y la embajada de Alemania porque todos los alemanes se consideran alemanes, aunque sea un estado federal con leyes federales.
¿Y EEUU? Me entra la risa cuando veo las películas donde una patrulla del estado de California se detiene en la frontera con Nevada o Arizona porque allí rigen otras reglas. Solo pueden pasar los federales. Y las leyes de cada estado son realmente diferentes sobre temas como la religión, la pena de muerte, los impuestos y hasta las relaciones maritales. Pero si uno pregunta a esas personas si se sienten de California o estadounidenses, ya se puede preparar uno a ver un tipo erguido con la mano en el corazón, la otra con la bandera de las barras y estrellas y cantando el himno nacional.
En fin, uno es o no es. Se es o no se es español por puro sentimiento. Lo que me haría gracia sería ver qué pasaría si algunos territorios apelaran a la independencia, y luego, al ver que se levantaban barreras y aduanas, y que no contarían con el euro, y que les cae su PIB y su comercio exterior con España, entonces dijeran: caray, tampoco era para ponerse así.