de Jose María García-Hoz de Jose María García-Hoz
Solo hay dos vías de escape: que el Gobierno proponga un plan de saneamiento y de futuro a los partidos de la oposición, a los sindicatos, a Comunidades y Ayuntamientos, o la UE y el FMI fijarán los recortes que consideren oportunos, sin importarles otra cosa que el equilibrio financiero.
“Tras nuestra incorporación al euro los salarios crecieron en España el doble que en Alemania, mientras que la productividad lo hizo la mitad. Esta pérdida de competitividad resume elocuentemente la naturaleza de nuestros actuales problemas, siendo la difícil situación financiera más una manifestación que el origen de los mismos”.
Ocupado en la difícil tarea de hacer cada vez más rica a Alicia Koplowitz, Oscar Fanjul prodiga poco su pluma, pero cuando lo hace es para decir algo. Recomiendo la lectura de su último artículo publicado en Expansionel pasado 2 de junio, cuyas tres primera lineas he reproducido más arriba(http://www.expansion.com/2010/06/01/opinion/1275423605.html).
En los viejos tiempos pre euros, una situación como esta se ajustaba de manera rápida e indolora con una devaluación de la peseta: de la noche a la mañana la divisa española perdía un 20 por ciento y ganaba ese mismo nivel de competitividad.
Como ahora no es posible devaluar el euro un necesario 20 0 25 por ciento, no queda otro remedio que devaluar el resto de la economía: valor de los activos (o sea, los pisos), salarios, precios, etc. Es una receta recomendada por los más eminentes economistas mundiales, empezando por el inevitable socialdemocrata Paul Krugman, Premio Nobel de la materia que cuando le preguntan sobre España siempre dice lo mismo.
El diagnóstico es claro, pero la terapia peliaguda: devaluar la economía es una operación sumamente complicada, porque si no consigue el acuerdo de todas las partes, se puede armar un cisco monumental que convierta al remedio en algo peor que la enfermedad. Como buenos españoles -y en esto no nos diferenciamos en nada de algunos socios europeos– vemos natural que devalúen al prójimo, pero ¡Ay del que intente devaluarnos a nosotros!.
El recorte de los sueldos de funcionarios lo ha dejado en evidencia: por primera vez en mucho tiempo, las tres asociaciones de magistrados y jueces han alcanzado una posición unánime: el sueldo de los jueces y fiscales no debe verse afectado por la reducción.
No queda otro remedio que concitar un pacto: dejar al Gobierno desangrándose políticamente puede ser electoralmente útil pero políticamente irresponsable. Y viceversa: es igualmente irresponsableque el Gobierno trate de afrontar la situación tan grave a base de medidas chapuza, de globos sonda, de rectificaciones, del ninguneo del PP y del “soborno” de los pequeños grupos que le den una mayoría parlamentaria precaria pero suficiente para ir tirando.
Rodriguez Zapatero, que primero se equivocó en el diagnóstico de la crisis y luego en su despilfarrador tratamiento, no debe rematar la faena con el tercer error de no presentar un plan coherente que todo el mundo pueda firmar. Se deben aceptar, desde luego, medidas de recortes y reformas como las exigidas por la Unión Europea… Pero su distribución y alcance es una labor que el Gobierno no puede ni sabe afrontar solo: partidos políticos, sindicatos, patronales, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos deben discutir y acordar (con rapidez, eso sí) la intensidad y reparto de los sacrificios inevitables.
La iniciativa corresponde al Gobierno y si no la toma, desde Bruselas y Washington irán dictando las medidas que consideren oportunas. Como ha tenido oportunidad de demostrar en ocasiones anteriores, los tecnocrátas internacionales solo se fijan en los equilibrios financieros, y les importa un pito si para alcanzarlos debe despedirse a la mitad de los empleados, o aumentar drásticamente el número de las familias pobres, o cerrar fábricas y empresas de cualquier sector.
En 1977 los Pactos de la Moncloa fueron una gran operación de saneamiento económico. La capacidad política de Fernando Abril y la técnica de Enrique Fuentes (que en paz descansen ambos) convencieron a los crecidos oponentes del PSOE encabezados por Felipe Gonzáles, a los comunistas de Santiago Carrillo y a los nacionalistas de Jordi Pujol.
Fuentes elaboró un plan económico de cien páginas, Abril convenció de su necesidad y los técnicos de todos los partidos lo discutieron, bien instruidos por sus jefes de que el papel debía salir adelante.
No se, ni me importa, si los protagonistas de la vida política de ahora son mejores o peores que los de 1977, lo relevante es que están enfrentados al mismo tipo de emergencia nacional. En el bien entendido de que si los de ahora fracasan su sustituto de facto tendrá nombre alemán, o francés o holandés que no sabrá ni donde está Extremadura.