Bueno, creo que se refería a eso. Pero no puedo felicitarle por otros puntos de su intervención ante la Asamblea general del Sociedad Interamericana de Prensa.
Que no Majestad, que no, que la prensa ha de ser veraz, claro pero no imparcial. Eso es lo que le conviene a SM, que forma parte del club de los poderosos, y al poder, enemigo eterno de la libertad de expresión, le conviene la objetividad, la imparcialidad y la neutralidad. En definitiva, reconvienen unos medios que sean altavoces de los comunicados de los jefes de prensa del poder, por ejemplo, de Su Majestad.
Además, los periodistas no mienten. ¿Por qué iban a mentir? Los periodistas tienen sus filiales y sus fobias, claro está, pero no mienten. A lo más, exageran, porque el poder les bloquea el acceso a la información y nos vemos obligados a deducir parte de la verdad y... mentir, mienten los editores, y obligan a mentir a los periodistas, como don Ignacio Polanco, al que tenía usted al lado, so riesgo de quedarse en el paro. Porque el editor, por ejemplo, Ignacio Polanco y Usted, Señor, sí tiene intereses que mantener, personas a las que elogiar y enemigos a los que destruir. El periodista lo único que tiene es la vanidad de conseguir una exclusiva.
Así que Señor, actualícese usted un poco y tome distancia de ese poder, al menos en su discurso, que deben ser los de un órgano moderador. No tiene usted, Majestad, nada que exigir a los periodistas, sino a los editores, entre otras cosas para que dejen de trabajar libremente a los periodistas, cosa que no hacen. No es el momento de reclamar rigor, sino libertad. Porque el periodismo no se está muriendo por falta de rigor, sino por aire para respirar, agobiado por oleadas de intereses políticos y económicos. Póngase usted de parte de los periodistas, es decir, de la libertad, y no de parte del poder. El poder siempre exige rigor al que escribe, y rigor significa que escriba al dictado. Nada más riguroso que repetir los comunicados públicos, a ser posible literalmente. Sabemos que eso es lo que le gustaría a Su Majestad, al presidente del Gobierno, a los banqueros, a los millonarios, a los popes de la cultura oficial y, sobre todo, a los editores, pero eso no significa que le guste al pueblo. ¿Se acuerda del pueblo, Majestad, o le resulta un término anticuado? Y así, mientras usted exige verdad e imparcialidad, el editor utiliza al periodista para manipular la información según sus propios intereses.
Y además, tenga cuidado, Majestad, porque el abrazo de los editores siempre es el abrazo del oso.
La historia que le quiero contar es ésta. Tres años atrás, su nuera, futura reina de España, de profesión periodista, doña Letizia Ortiz, llegaba acompañada por su hijo, SAR Felipe de Borbón y Grecia, al aeropuerto de Barajas. La antigua periodista montó en cólera porque se retrasaba el coche que debería recogerles en la misma escalerilla del avión. Con menos templanza que sensatez, exigió responsabilidades, y la compañía no dudó en despedir al responsable que de tal forma había enervado a la insigne dama. Los sindicatos consiguieron rescatarle de su castigo seis meses después, aunque, desgraciadamente, había contraído un cáncer del que murió. No, ninguna culpa tuvo doña Letizia en el cáncer, aunque sí en el despido del empleado. ¿Y sabe usted Majestad? Esta historia no se ha contado hasta ahora, porque a la Familia Real, los medios españoles no la respetamos poco: la respetamos demasiado, e incluso faltamos a la imparcialidad: somos parciales... a favor de La Zarzuela.
Lo de Internet está muy bien, pero sospecho que usted no estaba pensando en el periodismo libre de Internet, que no es otro que el periodismo independiente, alejado de los grandes multimedia. Somos una serie de pioneros, empresarialmente insignificantes, pero nuestra influencia crece porque somos mucho más libres que los multimedia. Usted haría una gran tarea apoyando a una prensa que sufre permanente acoso por parte de nuestros hermanos mayores, el oligopolio informativo, que en España forman media docena escasa de empresarios (PRISA, Vocento, Planeta, Unedisa, los públicos y poco más) y que se enfrenta la creciente influencia de un periodismo independiente que las fastidia mucho. Esa es la revolución de Internet, Majestad, y la espita de libertad de prensa que hay que mimar en una democracia.
Usted debe escoger Majestad: o con los editores o con los periodistas; o con el poder o con el pueblo. Y si no se cree lo del “Pueblo” entonces sí: entonces debe abdicar.
Eulogio López