Existió una vez una institución religiosa para la persecución de la libertad de conciencia llamada Santa Inquisición. En España no nos libramos de ella casi hasta la muerte de Fernando VII. Estudiar su funcionamiento es sumamente útil hoy en día, porque la Inquisición representa la antítesis del Estado de derecho. No sólo por lo que perseguía, sino por sus métodos. En efecto, los acusados por la Inquisición eran detenidos y arrastrados a sus calabozos, donde permanecían confinados para ser interrogados y, en su caso, juzgados. Las denuncias eran anónimas y la tortura, usual. No había fecha alguna para el juicio, que era secreto, y además los reos no sabían de qué se les acusaba hasta que eran llevados ante el tribunal. Sus bienes eran confiscados para sufragar los gastos del proceso que, como era de temer, a menudo duraban tanto como duraban los bienes del desdichado. Tras el juicio, la ejecución de la sentencia, si era sangrienta, se encomendaba al "brazo secular", ya que la Santa Inquisición, al formar parte de la Iglesia Católica, no podía derramar sangre. Los delitos perseguidos por la Inquisición eran muy amplios, pero todos relacionados con la idea de orden religioso y derecho natural de la antigua Iglesia Católica. Así, eran perseguidas las herejías, las conductas religiosas desviadas, la apostasía y los ataques a la Iglesia, pero también asuntos que hoy consideramos pertenecientes a la esfera privada, como la lectura de libros prohibidos o conductas sexuales condenadas, entre ellas la sodomía, el nombre dado a la homosexualidad. El pecado nefando era particularmente odiado y perseguido, y muchos homosexuales, o acusados de serlo, pagaron con la vida ese odio irracional y monstruoso. Las cosas han cambiado, y no por fortuna, sino por la incesante lucha por la libertad de unos pocos. Al menos en España, la homosexualidad goza de todas las bendiciones legales, incluyendo el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aunque hay quienes ponen reparos a esta denominación, sólo los energúmenos y fundamentalistas religiosos consideran la homosexualidad un vicio o una lacra. Pero los progresos de la libertad se estancan a veces en arenas movedizas de confusión y oportunismo. Por ejemplo, el de algunos colectivos o entidades gays que se arrogan, porque sí, la representación de todos los homosexuales, y acusan de homofobia y fascismo a quienes cometen la temeridad de oponerse a sus dicterios, o tienen la mala suerte de no reírse a carcajadas de todas sus ocurrencias. Le pasa a la revista Zero, autoerigida en una especie de arrogante Chueca Times que fulmina desde su lujoso papel couché a quienes hayan osado criticar algunos de sus excesos. Nos pasó a UPyD por apoyar al 100% a Paco Pimentel cuando publicó en nuestra web una razonada y archirazonable crítica a una ilustración a toda página de ese "Chueca Times", en la que dos atletas sexuales masculinos, uno con pistola y otro con tricornio de guardia civil, simulaban una felación a punta de pistola. Zero nos amenazó con los tribunales si no publicábamos una rectificación del artículo de Paco Pimentel. Naturalmente, nos negamos y les dijimos que nos denunciaran. Naturalmente también, no se atrevieron porque no había agresión alguna, ni a ellos ni a la homosexualidad. La agresión venía más bien de Zero. Pero las cosas no han quedado ahí. Como una nueva Inquisición, Zero lanza anatemas de homofobia a toda UPyD -donde trabajan, por cierto, muchísimos gays- por no reírles sus cuchufletas y apoyar la libertad de expresión, que por lo visto debe arriar banderas y retirarse -con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho- si se trata de la revista Zero. Por eso, en su número 107, Zero incluye a UPyD entre la nueva extrema derecha, en un lujoso y colorido reportaje a todo couché; publica una especie de comentario editorial injurioso sin firma (como no, de un "¡defensor del lector!") contra nosotros; y encomienda a uno de sus columnistas prestigiosos echar un poco más de mierda al ventilador. Y todo por no reírles la felación a punta de pistola, divertidíííííísima, diviiiiiiiiiiiiina. Esto es Zero: el portacoz de una nueva Inquisición Gay dispuesta a imponer su dictadura sobre las conciencias ajenas a golpe de difamación y anatema de homofobia. Lo que más aburre es que ni siquiera son originales. Como tantos otros que quieren convertir el derecho en privilegio abusivo, Zero recuerda a esos sionistas histéricos que consideran a todo el mundo, menos a ellos, culpables del Holocausto nazi, y que tachan de antisemita cualquier crítica a los abusos y brutalidades del Estado de Israel en los territorios ocupados. Pues con nosotros lo tienen claro. Venimos de una escuela mucho más dura: de un sitio donde te juegas literalmente la vida por enfrentarte a otra Inquisición, esta con "k", la euskal Inkisizioa de ETA. No es petulancia, es simplemente verdad. Por eso, algunos encontramos que la broma de la felación impuesta a un tricornio a punta de pistola no tiene maldita la gracia. En fin, no queremos bronca con Zero ni con nadie, pero si se empeñan van a tenerla. Perseguir a alguien por su condición gay es infame, pero también puede serlo ahora perseguir a cualquiera acusándole de homofobia si no le ríes los chistes. Ya lo saben. |