El líder de la "conspiración" nunca será Mayor Oreja
@Jesús Cacho - 15/05/2008
Curioso el episodio de María San Gil, convertida en nueva heroína del calendario de la derecha hispana más enragé. La diputada vasca, ejemplo de valor y coherencia hasta ahora, no se ha cansado de repetir estos días entre sus íntimos del PP vasco y de la UPN navarra que el texto político que se discutirá en el próximo Congreso de junio es suyo. "La ponencia es íntegramente la mía". También les ha contado que tuvo que pelear duramente con Lassalle, una joven promesa que se convirtió al cristianismo liberal con motivo de su tesis sobre Locke ("Detente, viajero. Aquí yace John Locke"), quien, no obstante no lleva orden expresa alguna de Rajoy –simplemente "coordinar los papeles" de los tres ponentes-, se empeñó en meter la tijera con la ligereza del converso.
El combate quedó zanjado el pasado viernes 9, cuando San Gil recurrió al propio Rajoy, quien puso las cosas en su punto dando la razón a la diputada vasca: "Lo que tu digas, María". Ese domingo, sin embargo, cayó en sus manos un teletipo de agencia con unas declaraciones del tercero en discordia, el canario Soria, que por cierto habían sido formuladas cuatro días antes, en las que hablaba de la necesidad de un cierto consenso con el nacionalismo. Y eso no gustó a San Gil. El domingo por la tarde, la diputada Sánchez Camacho cerró personalmente con María la ponencia de marras, a plena satisfacción del trío redactor. Sin embargo, unas horas después decidía apearse de ese tren alegando haber perdido la confianza en Rajoy. ¿Qué pasó el domingo por la noche en el almario de Maria San Gil? ¿Con quien habló? ¿Quién logró cambiar su opinión?
"La ponencia es impecable", aseguraba ayer un prohombre del PP con muchos años de Congreso a sus espaldas. "Pero el daño ya es irreversible. Reaparece el fantasma de UCD". El nombre del responsable de este desaguisado es un secreto a voces en Madrid y alrededores, un tipo estupendo, español intachable, cuyo tiempo político ha pasado, sic transit gloria mundi, pero que en el río revuelto en que se ha instalado el Partido Popular cree haber adivinado una última oportunidad, aquella que le negó Aznar y su cuaderno azul, tal vez un destello, apenas la estela de un cometa que le permitiría engancharse de nuevo en la carrera al estrellato. Este señor Mayor, afable y gran conversador, es la mano que tira la piedra y esconde la Oreja.
El señor ex ministro se ha quedado anclado en la melancolía de un País Vasco en el que la derecha española no se va a comer un colín si no abandona su política de máximos, de buenos y malos, de blanco o negro... Porque eso, la imaginación al poder, ya dio todo lo que tenía que dar de sí, y parece razonable que es hora de intentar otras vías, aunque todo sea opinable. Pues bien, este señor respetable ha elaborado un discurso según el cual Zapatero se ha embarcado en una "segunda transición" sin contar con los españoles, testigos silentes del mayor tocomocho de nuestra Historia desde Carlos IV y su hijo y Príncipe de Asturias, Fernando, lo cual que no le falta un ápice de razón porque a la vista está, y ante esa política de hechos consumados, validados, es de temer, por el Constitucional de la señora Casas, solo caben dos posturas: o subirse al carro del zapaterismo enarbolando bandera blanca, o echarse al monte de la resistencia numantina.
Y no se sabe muy bien por qué, cuáles son sus razones, qué pruebas exhibe, qué argumentos le avalan, el señor de la noble figura ha decidido por su cuenta que Mariano Rajoy ha bajado los brazos y se ha rendido, ergo es un traidor a la causa, merecedor por tanto del fuego del infierno y de que las buenas gentes de la derecha se levanten contra él en patriótica asonada, con o sin mediar proclama de alcalde de Móstoles. Es doctrina esta que se expende en papel de estraza y con mucho ajo. Sin matices. Aquí no hay lugar para el punto de medio, no hay espacio para la duda metódica, no hay posibilidad para la política -tan vieja, tan perennemente nueva- del palo y la zanahoria, del premio y del castigo. No cabe negociar unas cosas y oponerse rotundamente a otras. No hay punto medio, no hay medios planos. O blanco o negro. Estamos de nuevo ante la apoteosis del "no" por sistema, que tan "brillantes" resultados ha dado al PP en el País Vasco.
¿Dónde queda el talento, la capacidad de maniobra, la cintura para el pacto más o menos puntual que ha distinguido siempre a la gran política? Para las gentes del Santiago y cierra España esa es mercancía prohibida, fruta propia de traidores. Lo más triste del caso es que el caballeroso señor que parece haber utilizado a San Gil en un momento de debilidad, no tiene ninguna posibilidad de dar marcha atrás al reloj de la historia, porque su carrera política quedó varada un día de primeros de septiembre de 2003, cuando el dedazo sucesorio del gran pope de la derecha, el señor Aznar, responsable de todos estos lodos, optó por el señor Rajoy, en detrimento del aludido y del señor Rato.
Y porque la "conspiración", que haberla hayla, y planificada con cierto esmero, con un goteo de celebrities que, apeándose en marcha, ha ido sonando a tormento chino en el cerebro atribulado del inquilino de Génova, no tiene líder natural y, en todo caso, ese líder nunca será él. Estamos ante una conspiración sin cabeza, porque, por muchos esfuerzos que realice Aguirre, nunca convencerá a Rato para que se lance de nuevo a una arena que le coge metido en años y carnes, acomodaticio en extremo, apegado al sillón del consejo, sillones y consejos varios. "Si tu me dices ven, lo dejo todo: Caixa, Lazard, Santander..." Pues no, Esperanza, eso no es cierto y nunca lo será, por que el César solo movería su culo para montar brioso alazán con el que desfilar por los Campos Eliseos de la Castellana camino del Arco del Triunfo de Moncloa, con las multitudes rendidas a su paso. Solo volvería si se lo dieran todo hecho. Y bien amarradito. Con el PP rendido a sus pies. Sin problemas. Y no está el coro para esos ruidos.