NOTA DE VRedondoF :
de zoomboomcrash
El estremecedor día en que la policía descubrió el zulo donde ETA escondió durante más de 500 días a Ortega Lara, todos los españoles se congratularon de haber tenido un juez tan ejecutor y eficaz como Baltasar Garzón. Fue este hombre el que ordenó la inspección de un taller de maquinaria el 1 de julio de 1997, el que lo supervisó personalmente, y el que estaba allí presente cuando un policía tuvo la ocurrencia de mover un pesado aparato, debajo del cual se hallaba la trampilla que daba al zulo. “Bienvenido al mundo de los vivos”, le dijo Garzón al funcionario de prisiones retenido por ETA.
Era solo una muestra de la personalidad de Baltasar Garzón. Habría muchas más.
Por ejemplo, ganó fama internacional por abrir al año siguiente un juicio contra el general Augusto Pinochet, cuando el militar chileno se encontraba realizándose un chequeo médico en Londres. También criticó el trato a los prisioneros dado por el ejército de EEUU en Guantánamo. Ordenó el arresto de Bin Laden. Condenó a uno de los represores de la dictadura argentina…
Muchas de estas cosas las contó la periodista Pilar Urbano en su libro “Garzón, el hombre que veía amanecer”.
Pero dentro de esa biografía de juez echado p’alante había detalles raros. Por ejemplo, se presentó como candidato político por al PSOE en 1992. Ganaron los socialistas. Garzón quería ser ministro. Pero no estaba dentro de los cálculos de Felipe González. Despechado por este desprecio, el juez abandonó su escaño al año siguiente, abrió una causa contra varios miembros del gobierno de González por haber organizado terrorismo de Estado y metió en prisión a varios miembros socialistas. Fue una de las razones por las que el PSOE perdió las elecciones de 1996.
Para los socialistas, Garzón empezó a ser el malo de la película.
Pero Garzón estaba en la cresta de la ola. Salía en reportajes a doble página en los periódicos, y su imagen, con el pelo veteado de canas, abría los informativos de televisión.
Poco a poco, la imagen del superjuez, del juez estrella, de Supergarzón, comenzó a estremecerse debido a unas inexplicables torpezas judiciales. Un ejemplo: en 2009 la Audiencia Nacional ordenó la puesta en libertad de dos supuestos terroristas fundamentalistas musulmantes porque Garzón les había intervenido los correos electrónicos. La policía puede intervenir esa información, pero según las leyes españolas, para hacerlo se necesita una orden judicial, un auto. Qué raro. Garzón había ordenado en 2007 la intervención de los correos electrónicos pero se le había olvidado emitir la orden judicial referente a los correos electrónicos.
Para muchos abogados, Garzón es un mal instructor. Instruir una causa es como construir un edificio. Hay que empezar por los cimientos y elevar cada piso. Pero siguiendo este símil, Garzón empezaba por la última planta, de modo que sus instrucciones eran torpes y al final el edificio se caía.
El caso más sorprendente es el derivado de la Memoria Histórica. En 2008, Garzón se declaraba competente para juzgar a los responsables de los crímenes del franquismo. Para muchos, aquello sonaba bastante bien. Pero extrañamente a Garzón se le olvidó que una ley aprobada en 1977 concedió la amnistía a todos los crímenes, abusos y bestialidades cometidas antes de esa fecha en España, lo cual incluía a etarras, franquistas, comunistas, anarquistas… Todos. Ese mismo año, Garzón daba marcha atrás. Según informaba la prensa, el juez “declara extinguida la responsabilidad penal del general Francisco Franco y otros 44 cargos del régimen tras comprobar que todos han muerto”. ¿Muerto? ¿Es que no lo sabía?
“No obstante”, proseguía una información de aquel año, “el juez defiende que los delitos siguen vigentes y a sus autores no se les puede aplicar la Ley de Amnistía, que de paso recomienda que se derogue”.
Lo contradictorio es que Garzón se había amparado en esta ley de aministía para afirmar que no se podía juzgar a Santiago Carrillo por crímenes cometidos en la Guerra Civil. Rechazó una querella contra el político comunista. Entonces admitía que Carrillo entraba en la lista de amnistiados y no se le podía juzgar. Y a los franquistas,¿por qué sí se les podía juzgar?
Garzón había olvidado ese detalle, lo cual le impulsó a emprender un proceso judicial contra los responsables de matanzas del bando nacional que vivieran aún. Craso error. La ley vale para todos. En el peor de los casos, ya estaban amnistiados por la ley de 1977. Por eso, Garzón se convirtió en el enemigo de la derecha.
Varias organizaciones decidieron entonces emprender una querella contra Garzón, basándose en que el juez había cometido prevaricación. Eso quería decir, en lenguaje judicial, que a sabiendas de que estaba actuando incorrectamente, el juez estaba prosiguiendo una causa judicial imposible.
Para añadir más leña al fuego, Garzón pensaba que podía autorizar la exhumación del cadáver del poeta García Lorca, pero de nuevo se equivocó. Es una decisión que debe tomar el Juzgado de Instrucción de Granada, no un juez de la Audiencia Nacional. Garzón lo sabía. ¿Por qué no hizo caso a los mecanismos de la Justicia?
Toda esa marea de desatinos es precisamente lo que ha visto con preocupación el Consejo General del Poder Judicial. Admitió las querellas contra Garzón porque era evidente que el juez había cometido unos errores de bulto. Es verdad que las querellas han partido de grupos ultraconservadores pero la Justicia no es un partido de fútbol. Del mismo modo que está establecido el judex damnatur cum nocens absolvitur (hay que castigar al juez que absuelve a los culpables), también hay que castigar al juez que se salta las reglas.
Lo sorprendente del caso, es que ahora los socialistas apoyan a Garzón y los conservadores están en contra. ¿Por qué? Porque ha coincidido el proceso contra el juez, con el llamado caso Gürtel, donde se juzga la supuesta trama corrupta de empresas ligadas al Partido Popular, a la derecha.
Garzón fue el juez que abrió esta instrucción. Hasta ahí todo bien. Pero se le ocurrió poner micrófonos en las celdas donde estaban detenidos los sospechosos, y grabó las conversaciones de éstos con sus abogados. ¿Grabar las conversaciones de una persona con su abogado? Si el Estado no protege el derecho de cualquier mortal a preparar su defensa con un abogado, entonces es que no hay estado de Derecho. Otro error. Al final, esas pruebas fueron desechadas por los Tribunales, para regocijo del PP, y rabia del PSOE.
En decir, en quince años, el juez ha pasado de ser el enemigo de la izquierda a ser enemigo de la derecha. En teoría, esto podría ser visto como la prueba de que esun juez imparcial. Pero en la práctica, lo que parece evidente es que Garzón ha echado su carrera judicial por los suelos por no haber hecho bien su trabajo. Hacer bien su trabajo significa respetar la ley, no saltarse los procedimientos y actuar con el reglamento en la mano. Dura lex, sed lex, decían los romanos. La ley es dura, pero es la ley.
Es como si el árbitro de fútbol italiano Pierluigi Colina, famoso por su dura imparcialidad, comenzara a pitar de forma irregular, sacando tarjetas rojas por un simple empujón, o pitando faltas inexistentes. Tarde o temprano, el consejo arbitral europeo tendría que preguntarse si Colina debe seguir en su cargo. Si el árbitro no respeta el reglamento, entonces ¿para qué diablos organizamos un partido?
Lo más seguro es que Garzón haya sido víctima del “efecto alcachofa”. La alcachofa es como llaman los periodistas de televisión al micrófono que acercan a los entrevistados. Garzón no ha podido resistir esa epifanía diaria de salir en televisión y en los periódicos, de que la gente le reconozca por la calle y que todo el mundo hable de él.
Ni siquiera debió permitirse hacer declaraciones para que se escribiera su biografía porque aquello fue el principio de su fin. Comenzó a sufrir erostratismo. Eróstratofue un pastor griego que incendió el templo de la diosa Diana porque necesitaba que la gente hablase de él.
La imagen de un juez justo y severo, ese juez “desinteresado” del que hablaba Kant, debe ser la de una persona muy aburrida. Una persona gris. Un personaje callado, poco dado a salir en público, de pocas palabras, aislado, distante y serio, que por las noches lee la Historia de Roma de Theodor Mommsen. Es posible que esto suene muy tópico pero si exponemos lo contrario, por ejemplo, un juez en Harley Davidson con chupa de cuero, saltando en conciertos de Metallica, y apareciendo enMira Quién Baila con Belén Esteban, entonces diríamos, oh, oh, ¿y este tío nos va a juzgar? Estamos perdidos.
Garzón quería estar en los medios. Lo necesitaba como Eróstrato. Quería estar en la apertura de la fosa de García Lorca como aquella vez en la que vio cómo se abría la trampilla de la que surgió Ortega Lara.
Era capaz de meterse en causas inciertas con tal de seguir siendo popular. Y preparaba las instrucciones sin pensarlas, saltándose todos los semáforos.
Por eso ahora es el malo. Pero no para la derecha o la izquierda sino para los jueces que juzgan a los jueces, el Consejo General del Poder Judicial.
Si los jueces fueran todopoderosos, nadie podría decir: Iustitia omnium est domina et regina virtutum. La Justicia es señora y reina de todas las virtudes.