Se habla tanto del déficit que nadie piensa en un importante superávit. El superávit de caraduras, claro.
Abundan en todos los partidos, especialmente en tiempos de crisis, donde sobresale la ceremonia del chivo expiatorio: ya se sabe, mi déficit es culpa de otro, etc. Pensemos en los socialistas, que sostienen que ellos son inocentes porque en los años de Smiley bajó el déficit, tramposo razonamiento que esconde la grave irresponsabilidad que cometieron aumentando el gasto por encima del crecimiento del PIB. O en el argumento del PP, conforme al cual el Gobierno, muy a su pesar, se vio obligado a subir los impuestos porque los socialistas…¡mintieron!
Un momento, por favor. Los conservadores se pasaron casi ocho años alegando, con toda la razón del mundo, que Smiley y su pandilla eran unos embusteros, salvo en el último minuto, cuando les presentaron las cuentas. Entonces, por primera, última y única vez, les creyeron. Después, abrieron las carpetas y los cajones y…qué pena, resulta que era todo mentira y, qué pena, debieron crujir aún más al contribuyente. Los líderes socialistas, demostrando una vez más su falta de escrúpulos, se lanzan a la calle contra los “recortes” por culpa del déficit. Mienten: los recortes son culpa del gasto excesivo anterior.
Busquemos a los que gastaron, y ahí encontraremos a los caraduras.
Busquemos a los que se golpean el pecho y prometen “luchar” contra el déficit subiendo los impuestos, y allí estarán los caraduras.
Rechacemos los argumentos centrifugadores que disuelven las responsabilidades políticas, como el consabido de que “todos somos responsables”.
No es verdad. Los ciudadanos no somos responsables de unos caraduras de todos los partidos que primero aumentaron el gasto y ahora aducen que, con todo el dolor de su corazón, tienen que seguir metiendo sus manos en nuestros bolsillos.
****Doctor en Ciencias Económicas, catedrático de Historia del Pensamiento Económico, ha publicado libros, ensayos, y numerosos artículos en prensa****