MIENTRAS TANTO, Carlos Sánchez
En Los Siete Magníficos -un retrato único sobre qué hacer cuando el mal aplasta al bien- un meditabundo Steve McQueen cuenta a Yul Brynner la historia de un hombre que se precipita desde un décimo piso. En su atormentado viaje hacia la nada, y cada vez que atravesaba una planta durante su fatal periplo, el desdichado individuo -una especie de José Luis Rodríguez Zapatero- decía a los vecinos que se asomaban a sus ventanas: ‘Por ahora, todo va bien…’, ‘por ahora, todo va bien…’
A veces da la sensación de que harto de tanta crisis, el Gobierno y una parte de la opinión pública han optado por engañarse a sí mismo, y eso explica que de forma recurrente se interprete la realidad a la luz de unvoluntarismo político sin límites. Como si la realidad pudiera cambiarse simplemente con desearlo.
En el otro extremo hay quien piensa que éste es un país en descomposición, y que tarde o temprano acabará por estallar de la mano de casi cinco millones de parados. Se recupera por esta vía la imagen del español de toda la vida que dibujaba Mingote: un señor bajito, con bigote y cabreado. En otras palabras, esa España del ‘no’ imbuida de un cierto sentimiento trágico de la vida, que diría Unamuno.
La causa de tamaño dislate debe tener algo que ver con la escasa tradición que tiene este país a la hora de analizar los números. Probablemente por el hecho de que a los dirigentes políticos se les valora más por su olfato político (Suárez o González) que por su capacidad de análisis, lo que ha convertido las cifras o las estadísticas en un arma arrojadiza que se dispara como el revólver de Chris Adams, el personaje de Yul Brynner en la película.
Sin empleo no hay formación de nuevos hogares, y sin puestos de trabajo que llevarse a la boca difícilmente se recuperará el mercado de la vivienda, aunque lo diga la ministra
Un buen ejemplo lo ofrece la ministra de la Vivienda, Beatriz Corredor, empeñada desde que llegó a la antigua sede del Iryda -aquel viejo instrumento del franquismo para la reforma agraria que nunca llegó- en demostrarque el mercado inmobiliario se está recuperando.
Y para llegar a esta conclusión luce los últimos datos de compraventa de viviendas, que reflejan que en mayo se cerraron 37.787 operaciones. Es verdad que son 4.000 más que el año anterior en el mismo mes; pero la ministra calla que hace dos años (en pleno tumulto financiero) se registraron 49.647 compraventas, y que en 2007, cuando el mercado daba síntomas de debilidad, se cerró la compraventa de 75.883 viviendas. Es decir, justo el doble que en mayo de 2010.
Lo relevante en este caso no son las cifras. Al fin y al cabo, el pinchazo inmobiliario es una catástrofe económica heredada de una política económica irresponsable de éste y el anterior Gobierno, que dejaron en manos de ayuntamientos codiciosos la política de ordenación de territorio. Lo verdaderamente singular es que se intente ocultar la realidad del mercado inmobiliario creando falsas expectativas que sólo perjudican a los compradores de vivienda, que pagan un precio más alto por un activo que todavía debe depreciarse más.
Hay un dato que ilustra la naturaleza del problema y que con toda seguridad conocen los asesores de la ministra de Vivienda (y probablemente ella misma): la evolución del número de hogares. Se trata de una variable fundamental para entender el funcionamiento del mercado inmobiliario. Pues bien, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), durante el primer trimestre el número de nuevos hogares (saldo entre los que se crean y se destruyen) cayó en 6.000, hasta los 17,1 millones.
No se trata de un dato cualquiera.
Estamos ante la primera caída desde que hace medio siglo comenzó a elaborarse la EPA, lo que da idea de su importancia histórica. Nunca antes había caído la formación de hogares en un trimestre, lo que sin duda se debe a un fenómeno de reagrupamiento familiar (principalmente juvenil) derivado de la crudeza de la crisis. Y que obliga a muchos jóvenes a volver al hogar paterno por falta de empleo.
Sin empleo, no hay vivienda
No estamos ante un fenómeno esporádico. En el último año tan sólo se han creado en España 132.000 hogares, una cifra extraordinariamente baja. Para hacer una idea de lo que significa hay que tener en cuenta que en la última década se ha situado entre 400.000 y 500.000, lo que significa que hoy se crean en España casi una cuarta parte de los hogares que se formaban durante los años de expansión económica.
¿Adivina la ministra por qué? ¡Bravo! Sin empleo no hay formación de nuevos hogares, y si no hay puestos de trabajo que llevarse a la boca ni que decir tiene que difícilmente se recuperará el mercado de la vivienda, como sostiene Corredor.
No son ganas de fastidiar, pero la propia vicepresidenta Salgado reconoce en sus previsiones macroeconómicas que este año (media anual) se destruirán alrededor de 350.000 empleos y el año próximo apenas se generarán 55.000 puestos de trabajo. A la luz de estos datos no parece razonable pensar que el repunte inmobiliario esté a tiro de piedra. Y si no que se lo pregunte a sus colegas de profesión, los registradores, con caídas del negocio del 60%, lo que ha puesto a muchos despachos al borde de presentar un ERE.
La recuperación no está cerca. Simplemente por otra razón fácil de comprender. Con los precios actuales la economía española tardará años en dar salida al stock de viviendas (700.000, según el propio Ministerio). Los precios deben bajar para dar salida a tanto piso sin vender. Y mucho. Exactamente como en otros países en los que ha estallado la burbuja inmobiliaria, y en los que a ninguna entidad financiera se le ha ocurrido aguantar en sus balances el valor de la vivienda de forma ficticia. Es por ello que en lugar de mirar hacia otro lado, parece que lo razonable es que la ministra cambie de discurso y dirija sus ojos hacia el banco azul. Exactamente hacia el tercer escaño según se mira desde la presidencia del Congreso de los Diputados, donde se sienta la vicepresidenta Salgado, con autoridad suficiente para reclamar al Banco de España un endurecimiento de las provisiones por activos inmobiliarios no vendidos.
Cuando las casas quemen en el balance de los bancos, los precios bajarán y se comprarán más viviendas. Y entonces volverá el ciclo inversor y tendrá razón la ministra. Comenzará la recuperación del mercado inmobiliario. ¡Albricias! Como cuando los siete magníficos entraron a sangre y fuego en el pacífico pueblo mexicano subyugado por el malvado Calvera.