Río revuelto en Madrid
@Jesús Cacho - 04/10/2009
En 2003, cuando el faraón llegó a la alcaldía, la deuda de Madrid era inferior a la de Barcelona. Ahora mismo es 12 veces mayor.
España ya no es la joven democracia que concita simpatías
Han pasado 23 años desde que el 17 de octubre de 1986 y en Lausana, el COI eligiera Barcelona como ciudad organizadora de la XXV Olimpiada por delante de París. España aparecía entonces a los ojos del mundo como una joven democracia en busca de una consolidación que concitaba las mayores simpatías. Desde aquel 1986 se han sucedido avatares que han variado sustancialmente el tablero de juego. El mundo ha cambiado mucho. Se perciben nuevos equilibrios geoestratégicos y un sinfín de nuevas naciones emergen con esperanzas renovadas en un futuro de desarrollo y bienestar.
España, sin embargo, ha cambiado a peor.
Hablar de nuestro déficit democrático resulta ya un lugar común:
ausencia de una Justicia independiente,
sometimiento al Poder de los medios de comunicación,
falta de transparencia en el manejo de lo público,
creciente estatalización,
Monarquía cuestionada,
corrupción rampante,
crisis de valores,
sindicatos peronistas,
nacionalismos provincianos,
más corrupción...
Es evidente que sería bueno un cambio de Gobierno, aunque lo realmente necesario es un cambio profundo del sistema que debería comenzar con una reforma a fondo de la Constitución, para rescatarla de las garras de quienes han abusado de ella en provecho propio: la propia Monarquía, los dos grandes partidos "nacionales" y los dos nacionalistas de derecha catalán y vasco.
Si a ello le añadimos una crisis económica sin precedentes, con un déficit público que rondará el 12% del PIB a final de año, un paro como el antes descrito, con nulas perspectivas de empezar a crear empleo estable hasta finales de 2014, llegaremos a la conclusión de que la pretensión de organizar unos Juegos en Madrid no puede ser considerada más que como el acto de locura colectiva de un país que ha perdido el norte de sus prioridades o como muestra de la desvergüenza de una clase política decidida a darle hilo a la cometa manteniendo al pueblo embebido en el opio de un panem et circenses financiado, además, con unos fondos públicos de los que carece el Estado.
Lo ocurrido el viernes en Copenhague era de sobra conocido por un Gallardón que ha sido capaz de embarcar a toda España en una aventura que sabía imposible. Sin una voz discrepante. Lo supo desde que el 17 de junio pasado tuvieron lugar en Lausana las presentaciones técnicas de las ciudades candidatas. Pero siguió adelante con toda su cohetería, porque el proyecto olímpico era para él una coartada, el trampolín de prestigio que debía franquearle definitivamente el liderazgo del PP y la presidencia del Gobierno, permitiéndole, al tiempo, enmascarar la deuda de Madrid con las ayudas públicas.
Queremos saber cuánto ha costado la fiesta de Copenhague
Todo ha resultado una gigantesca engañifa, empezando por el olimpismo de un señor que jamás ha practicado deporte alguno y que, cuando aún se llamaba Alberto Ruiz Jiménez y estudiaba en los jesuitas de Chamartín (Nuestra Señora del Recuerdo), huía espantado en el recreo en cuanto veía acercarse un balón, peligrosa arma de destrucción masiva capaz de manchar el terno impoluto, con chaleco incorporado, que solía vestir. 18 añitos tenía entonces la criatura. La compañía de comedias que el viernes representó en Dinamarca el sainete "Un paraíso entre zanjas" aterrizó ayer en un Madrid imposible, endeudado para varias generaciones. Urge saber a cuánto asciende el sueño megalómano de este sátrapa consumado. Conocer qué ha costado el show de Copenhague, quién va a pagar los vuelos fletados al efecto, los cientos de invitados a los que, al parecer, se regaló maleta, traje –¡oído cocina, señor Camps!- y corbata, quién ha corrido con la cuenta de hoteles, convites y confetis… Sabemos que hemos sido nosotros, cierto, pero queremos oírlo en boca y con el verbo florido de ese insuperable orador que es Gallardón.
Y un mensaje de ánimo para los muchos madrileños que, de buena fe, querían los Juegos y han visto sus esperanzas frustradas. Aunque ciudadano del mundo, me gusta ver a España ganar incluso cuando del Mundial de Canicas se trata. Pero aquí y ahora no había nada que festejar, nada de lo que sentirse orgulloso. La alegría, el sentimiento de pertenencia al grupo, la sensación de autoestima colectiva se construye y mantiene trabajando por un país más abierto, mas democrático, más rico y más libre; un país con una Justicia que funciona y unas Instituciones respetadas y respetables; un país dispuesto a combatir a fuego la corrupción y crear empleo, capaz de reclamar a los talentos que tiene desperdigados por el mundo porque aquí no encuentran trabajo adecuado; un país capaz de evitar la marcha de Barbacid del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas porque le recortan el presupuesto. En esta España nuestra no hay dinero para ciencia o I+D, pero sí para dilapidar en operaciones como la de Copenhague. Este es el país del que tendríamos que sentirnos orgullosos. Lo demás es hojarasca. No hemos perdido los JJ.OO, los han perdido ellos. Y nos hemos ahorrado un buen dinero. Gracias, COI.
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Publicado por VRedondoF para POLITICA el 10/04/2009 01:21:00 PM