@Jesús Cacho - 08/09/2008
Rodríguez Zapatero ha vuelto a escurrir el bulto en el congreso regional del PSM celebrado este fin de semana, evitando llamar a la crisis económica por su nombre. La renuencia del presidente a afrontar la situación sin ambages, algo que debería empezar por llamar crisis a la crisis, es sin duda una de las situaciones más llamativas que nos depara la política española actual y es elemento definidor de la personalidad, incluso de la sicología del personaje: he ahí un hombre ideologizado a la antigua usanza, instalado en una peculiar visión del mundo y de su propio papel en la sociedad española; un tipo prisionero en el laberinto de su fantasía, que se niega a aceptar la realidad tal cual es.Anclado en esa perspectiva ilusoria de lo cotidiano y enfrentado al penoso día a día de una crisis que apenas acaba de echar a andar, el leonés vuelve por sus fueros como un puro acto reflejo, sí, pero también como resultado de un cálculo político perfectamente elaborado. Si la economía no tira, volvamos a la ideología, ideologización que tan buenos resultados nos deparó en la primera legislatura. ¿Se acuerdan de la famosa crispación? El inquilino de Moncloa retorna a la confrontación en el terreno de “lo social”, y lo hace con toda la artillería desplegada: anuncio de una nueva Ley del Aborto; vuelta de tuerca a la Ley de la Memoria con el registro de fusilados y desaparecidos durante la dictadura franquista que ha puesto en marcha el juez Campeador Garzón; legalización del suicidio asistido, vulgo eutanasia -proyecto con el que ayer mismo nos sorprendió el ministro Soria-, y así sucesivamente.
La estrategia de Zapatero es clara: desplazar la situación económica -o al menos ponerle sordina- del frontispicio del debate político, eje central de la labor de oposición del Partido Popular, poniendo de nuevo a la derecha contra las cuerdas de sus propios fantasmas, al obligarle a nadar en las aguas que menos le gustan: las del reconocimiento de derechos individuales que entran en clara contradicción con los dogmas católicos. La estrategia le hizo mucho daño al PP la pasada legislatura, con la eficaz ayuda del propio PP, todo hay que decirlo, que entró al trapo que le tendía ZP enredándose de mala manera en asuntos como el matrimonio homosexual, si bien es verdad que, desaparecidos de Génova los pesos pesados más ligados a la jerarquía eclesiástica, Rajoy tiene ahora más margen de maniobra para eludir las trampas para elefantes del de Moncloa.
¿Le servirá de nuevo la estratagema a Zapatero? Difícil parece. En primer lugar, porque la Legislatura acaba de comenzar y queda demasiado tiempo hasta las próximas generales, aunque no hace falta ser un lince para pronosticar que los ideólogos de la izquierda, con la colaboración, repito, del ala más dura del PP, se las apañarán para ir dilatando en el tiempo esta “agenda social”, de modo que nos plantemos en la segunda parte de la legislatura chapoteando en el barro de abortos y eutanasias varias.
En segundo lugar, porque el cambio operado en la situación económica es tan drástico, esto viene tan duro, que a Zapatero le va a resultar difícil vender otros cuatro años más la misma pegajosa mercancía. Todo parece indicar que estamos ya en recesión, como seguramente testificará el crecimiento negativo del PIB durante el tercer y cuarto trimestre del año en curso, recesión cuyos efectos sobre el empleo están siendo demoledores. Con más de 2.500 nuevos desocupados cada día, vamos a acabar el año con 3 millones de parados y todo apunta a que terminaremos 2009 con más de 4 millones, con lo que eso supone para el consumo y, lo que es más importante, para la estabilidad financiera y emocional de millones de familias.
Que en estas circunstancias Zapatero vuelva a sacarse de la chistera el conejo del aborto, la eutanasia, los muertos de la Guerra Civil y otras medidas de parecido porte, no puede ser calificado más que de insulto a la inteligencia de los españoles. Muchas de las políticas de ZP, incluidas la mayor parte de las reformas sociales de la primera legislatura, son políticas propias de sociedades avanzadas que nadan en la abundancia y que, aburridas de su reciente prosperidad, reclaman una dosis de emociones fuertes. Propias, también, de una progresía adinerada que piensa como cubanos y quieren vivir como norteamericanos.
Está claro que muchas de esas reformas, si no todas, son perfectamente asumibles por los votantes de cualquier derecha europea y naturalmente española. Lo que no puede ser es que las tales reformas se conciban por el 50% de los españoles como un trágala para el otro 50%, porque son medidas legislativas delicadas, en tanto en cuanto atañen a sentimientos y sistemas de valores, que reclaman un consenso mayoritario y no pueden ser entendidas como una imposición de unos españoles sobre otros, política de confrontación que es totalmente inadmisible en democracia. Ese es el gran pecado de Zapatero, a quien no solo va a resultar más difícil colocar su mercancía, sino que corre el riesgo de que la operación, por manida y maliciosa, termine volviéndose en su contra.
Y de la economía ¿qué? El presidente volverá esta semana al Congreso para explicarnos las últimas novedades en torno al “periodo de dificultades” por el que atraviesa la economía española. La más relevante de las cuales la anunció ayer mismo en León, al prometer que las pensiones mínimas subirán un 6% en 2009, con la apostilla de que esta “es mi forma de responder a las dificultades” (sic). ¿De dónde va a sacar el dinero para tanta dádiva? Meter la mano en la caja pública y repartir lo que hay entre el personal no pasa de ser un brindis al sol cuando esa caja está ya vacía y corre el riesgo de criar telarañas por la caída de los ingresos fiscales consecuencia de la nula actividad. De modo que Zapatero, erre que erre, hace justo lo contrario de lo que reclama la situación y aconsejaría cualquier manual de economía, por no hablar del sentido común. Todo propaganda. Todo pose. Todo impostura. Estamos en manos de una especie de piloto suicida capaz de ponerse a 180 kilómetros hora por la autopista sin carné de conducir. La diosa de la suerte nos ampare.