Pocas veces se ha podido ver una cumbre europea tan superflua como la cena de Bruselas del Miércoles por la noche.
Es verdad que todo el mundo sabía que Van Rompuy había preparado esa cena con el único propósito de presentar a Francois Hollande en sociedad y que no sería una reunión para tomar decisiones, como ya se encargó de repetir por activa y por pasiva Angela Merkel.
Pero la situación de la zona Euro es tan dramática que todos miramos al baile del debutante como si fuera la clave para solucionar todos los problemas.
Y el debutante cumplió con las expectativas, se llevó todas las fotos (la sala de prensa de Hollande estaba a rebosar, la de Angela Merkel medio vacía). Y toda Europa se puso a hablar de Eurobonos, la palabra mágica en la que parece estar la receta para la crisis actual. Y otra vez en media Europa se repitió la imagen del haba buena con la receta milagrosa (Hollande) y el hada mala que se empeña en que no se aplique (Merkel).
Todo de una simpleza rayana en la estupidez de muchos cuentos de hadas.
Todo el mundo sabe que los problemas actuales de países como España no se solucionan con los Eurobonos. Que Merkel tiene razón: están prohibidos en el Tratado Europeo (art. 125), en la Constitución alemana. Incluso si hubiese voluntad de cambiar eso, habría que volver a renegociar el tratado, que está ya en fase de ratificación por los cambios introducidos por el llamado Pacto Fiscal por 22 países después de que lo hayan ratificado 3 (Portugal, Grecia, sí, Grecia y Eslovenia).
Es decir, que, en el mejor de los casos, los Eurobonos podrían tardar dos o tres de años en llegar. Para entonces, todos calvos.
Pero además, todo el mundo sabe que es imposible obligar a un país que está pagando prácticamente 0% de interés por sus deudas a avalar a otro al que los mercados le exigen 6%. Y eso no es cuestión de Angela Merkel, sino de todos y cada uno de los ciudadanos alemanes que echarían por la ventana al político que se atreviera a tal estupidez, sea del partido que sea. Los Eurobonos llegarán, y eso lo sabe Merkel y cualquier alemán de la calle, cuando todos los países tengan en sus constituciones el límite de déficit y el límite de deuda al 60% del PIB, cuando las primas de riesgo sean ya prácticamente uniformes (como lo fueron durante los felices 7 primeros años del Euro). Es decir, cuando ya no hagan falta.
Muchas más posibilidades de prosperar tiene la iniciativa de los 5 sabios alemanes de crear un Fondo de Amortización de toda la deuda europea que supere el 60% del PIB. Una especie de tabla rasa con un plan. En 25 años, esa deuda habría que amortizarla, es decir, pagarla, eso sí, refinanciando con Eurobonos. Para entonces los Eurobonos ya serían al mismo tiempo algo que se sobreentiende y, al mismo tiempo, inútiles. 25 años.
Hablar de Eurobonos ahora no es más que humo de pajas. Eso lo sabe sobre todo Hollande. Y todos los políticos europeos saben que Hollande sigue en campaña electoral hasta el 17 de Junio. Apuesto sin temor a equivocarme que a partir del 17 de junio los Eurobonos desaparecen de las prioridades de Hollande. En realidad esa reivindicación ahora no es más que una cortina de humo para no hablar de otras cosas. Porque Hollande tendría que explicar cómo piensa convencer, no sólo a los alemanes sino también a los españoles, de cómo piensa rebajar la edad de jubilación de los franceses a los 60 años y al mismo tiempo exigir Eurobonos.
Lo lamentable es que este humo de pajas ha ocultado problemas urgentes que sí hubieran merecido más atención que unas palabras en los postres. En eso, el Mariano Rajoy ha perdido claramente la partida. Me extrañó que el Presidente del Gobierno hablara tan claramente ante la prensa sobre la exigencia de que el Banco Central Europeo actuara. El código, nada secreto, dice que al Banco Central Europeo ni se le menciona.
En público, claro, otra cosa será a puerta cerrada. ¿Para qué va Mario Draghi a la cena, si no se le puede ni mencionar? Desconozco qué dijo Mariano Rajoy en esa cena, si habló con palabras tan claras como habló ante la prensa (una excepción). Sería un craso error estratégico haber mantenido públicamente un tono más duro y exigente ante la prensa y luego haber suavizado el discurso dentro. Lo lógico habría sido al revés.
El caso es que de la necesidad de actuación del BCE apenas se ha hablado en la prensa alemana, que se ha dedicado a orquestar el protagonismo de Hollande frente a Merkel pero la victoria de Merkel frente a Hollande porque saben que con los Eurobonos tiene la batalla ganada.
De todas formas, lo que está pidiendo el gobierno español es simplemente actuación coyuntural, “inyección de liquidez”, en cualquiera de sus formas, se entiende, para que se afloje la presión a la deuda española.
Difícil lo tiene puesto que el diagnóstico alemán y del Banco Central Europeo es que España tiene estos problemas actuales con la deuda por causa de Grecia.
Y piensan que España puede aguantar un tiempo hasta que se solucione el problema griego. Lo cual es también un ejercicio de optimismo mayúsculo. Porque la solución no va a estar en las elecciones del 17 de Junio, dado que ahí puede pasar cualquier cosa. Ya sabemos que todo lo que puede ir mal, irá peor.
Donde está el meollo de la cuestión, el germen de toda la desconfianza en la zona Euro es en que los inversores saben que el Euro, en realidad, no tiene un Banco Central.
Tiene un organismo encargado de controlar la inflación. Y punto. O sea que la inflación no haga perder capacidad adquisitiva a los ahorradores alemanes que llevan en los genes un síndrome de pánico a la inflación que ahora mismo, visto con ojos españoles, suena a paranoia. Lo de la estabilidad monetaria, el otro supuesto objetivo, para un alemán, se reduce también a ese.
Al comienzo de esta crisis, en alguna entrevista con Jean Claude Trichet y también en alguna conversación off de record con un Consejero del Banco Central Europeo, tuve la osadía de preguntar si habría que cambiar los estatutos del Banco Central Europeo para que actuara verdaderamente como un Tesoro Europeo, con todas las armas de las que dispone un Banco Central con todas las de la Ley.
Naturalmente me miraron como si estuviera diciendo un pecado mortal de lo más mortal, vamos, de condenación eterna al infierno. Sólo les faltaba mirar para los lados, no fuera a ser que en ese momento pasara un alemán cerca y oyera algo.
Sé perfectamente que hacer esa pregunta te supone que te ponen el estigma de “ignorante” de cómo son las cosas en este mundo “europeo”.
Compensa en parte que alguien como Angel Gurría, Secretario de Organización de la OCDE te diga poco después (Davos, Enero de 2012) que el problema de la zona Euro es que está luchando contra la crisis con “una mano atada a la espalda”.
Mil veces más importante que los Eurobonos sería conseguir que se hablara de eso en Europa. Pero claro, los políticos europeos no tienen la desvergüenza de un ignorante como yo. Ya se sabe que la ignorancia es atrevida.
A estas alturas, hasta el europeo más desinformado tiene ya asumido que las reformas para hacer el Estado sostenible con imprescindible: no sólo para pagar la fiesta del pasado, sino también por los desarrollos demográficos, la competencia de China, etc…
El problema es que estamos en un punto en que después de diagnosticarnos que teníamos que someternos a una cura de adelgazamiento, nos han sometido a una dieta tan brutal que estamos a punto de morirnos de hambre.
Y la que tiene la llave de la despensa, llena de suculenta carne, nos dice: de esa carne no puedes comer porque recuerda que puedes engordar otra vez y además te puede producir colesterol.