“Le quiero decir una cosa: no es un problema de riqueza, porque yo, con el Gobierno de Rodríguez Zapatero, he estado en países muy ricos y he visto situaciones de extrema pobreza, por tanto no es un problema de riqueza: es un problema de distribución de la riqueza, y en España tenemos un serio problema ahora mismo de distribución de la riqueza…” Lo dijo solemne, firme, campanuda, como quien acaba de descubrir la pólvora. Y se quedó tan ancha María Soraya Rodríguez Ramos, 49, licenciada en Derecho por Valladolid, miembro de la Ejecutiva Federal, portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados y número tres en la nomenclatura socialista. Y oyéndola expresarse con tanto garbo este jueves en los Desayunos de TVE ante María Casado, se entiende bien por qué España, prisionera de esos tópicos rancios que la izquierda europea viene expendiendo desde el final de la II Guerra Mundial, está condenada a crecer poco y mal, a tener siempre una alta tasa de paro y a no ser nunca un país rico. Ya sabemos, en efecto, que el PSOE es experto en cuestiones de distribución de la riqueza, sobre todo si es ajena, pero ¿quién se ocupa de crearla?
Apenas unas horas antes había tenido lugar en Denver (USA) el primer debate electoral entre el presidente Obama y el aspirante Romney. Dicen las crónicas que el candidato republicado ganó de calle. Lo que sin duda triunfó esa madrugada fue una visión liberal de la vida en sociedad que reniega del papel del Estado como “gran hermano” y principal protagonista de la actividad económica, para poner al mercado, la sociedad y, en definitiva, el individuo, en el centro de la pirámide social, como motor de la economía y el progreso. El individuo entendido como ser libre, responsable de sus actos y dueño de su destino, muy capaz, por tanto, de tomar con su dinero sus propias decisiones. “España gasta el 42% de sus impuestos en el Gobierno. Nosotros gastamos también el 42%”, aseguró en ese debate el exgobernador de Massachusetts. “No quiero seguir el camino de España”.
"Necesitamos una revolución que ponga al individuo al frente de la actividad económica en detrimento del Estado
El camino de España ha acabado en una crisis de la que nadie sabe bien cómo salir. “No veo una vuelta del crédito así como así”, firmaba esta semana, tras conocerse las auditorias de Oliver Wyman, el responsable de una antigua Caja de Ahorros. “Entre otras cosas porque el dinero que nosotros tomamos a 3, 5 y 7 años lo hemos dado en forma de préstamos hipotecarios a 40 años, y por eso toda la liquidez que nos da el BCE la cogemos con una mano y con la otra se la entregamos a las Cajas alemanas para devolverles lo que nos prestaron. Nuestra burbuja no ha sido solo inmobiliaria. El poder adquisitivo español, el consumo privado que hizo crecer la economía entre 1995 y 2007 era falso, porque estaba sostenido por el dinero barato que nos dejaba Europa a espuertas. Era una demanda interna artificial, que no provenía de una economía productiva capaz de generarla por sí misma. Hemos vivido el boom del despilfarro, con corrupción a mansalva. ¿Cómo volver a esa economía productiva? Difícil. Necesitamos una revolución que, entre otras cosas, ponga al individuo al frente de la actividad económica en detrimento del Estado. Una revolución que favorezca la consolidación de una clase empresarial emprendedora, no especuladora; que persiga la aparición de miles, millones de vocaciones empresariales. Si no es así, España está condenada a volver a registros de pobreza de los años cincuenta”.
Empresarios especuladores. El presidente de ACS, Florentino Pérez, es el genuino representante de ese capitalismo castizo madrileño reñido con la creación de riqueza, ejemplo de especulador acostumbrado a hacer negocios a la sombra del poder político. Un espécimen en las antípodas de Amancio Ortega, el patrón de Inditex. Pérez, presidente también del Real Madrid (RM), protagonizó el pasado domingo un episodio revelador de la metástasis española. El aludido consiguió el apoyo de la asamblea general de compromisarios del club para endurecer los requisitos de acceso al cargo.
A partir de ahora, para ser presidente del RM hará falta tener una antigüedad de 20 años como socio y garantizar con el patrimonio personal un aval de cerca de 80 millones. Plutocracia en estado puro. Es decir, a partir de ahora hará falta llamarse Florentino Pérez para presidir el Madrid, una formidable plataforma desde la que hacer negocios de todo tipo en cualquier parte del mundo, contando, eso sí, con el decidido apoyo de la elite política capitalina.
Política y finanzas juntas en la boda de la familia Gallardón
Se vio diáfano en la reciente boda del hijo del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, celebrada en Santiago. Allí estaba Pérez, festejando con el ex alcalde que fue capaz de cambiar el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid para permitir a su íntimo levantar cuatro rascacielos en terrenos de la antigua Ciudad Deportiva del club. Negocio redondo. Entre los invitados estaba igualmente la actual alcaldesa, Ana Botella, que acaba de cometer otra tropelía de similar fuste permitiendo a Pérez construir un nuevo centro comercial prácticamente volcado sobre la Castellana. Invitado también era Isidoro Álvarez, capo de El Corte Inglés, que hace unas semanas recibió de la señora de José María Aznar, asiduo al palco del Bernabéu, permiso para aumentar la edificabilidad de varios de sus centros a cambio, como en los casos citados, de compensaciones irrisorias. Así de rápidos circulan los expedientes cuando de atender los intereses de los poderosos se trata. Si usted, ciudadano de a pie, pretende montar un pequeño negocio o tirar un tabique de su piso y se le ocurre solicitar la correspondiente licencia, puede sentarse o echarse a dormir. Y esperar tranquilo. Vuelva usted mañana.
El 40% de los estudiantes aspiran a convertirse en funcionarios en el futuro
Es esta obscena liaçon entre política y finanzas, entre elite política y oligarquía económico-financiera –encame que de forma tan vergonzante se exhibió en la boda de marras- la que impide el progreso de España y frena su desarrollo. El grupo mencionado, en el que hay que incluir por derecho propio a Borja Prado Eulate, capo de Endesa (en cuyo consejo mora Aznar) se prepara para ocupar posiciones de poder en empresas de postín cuyas presidencias están en almoneda, caso Repsol. El relatado episodio del RM no pasaría de ser una anécdota capaz de interesar únicamente a los socios del club de no ser por el detalle, sumamente revelador, de que 997 de los compromisarios aprobaron los cambios propuestos y solo un centenar se atrevió a votar en contra. Apenas un 10% osó oponerse al capricho del curaca. Manifestación nueva de viejas pulsiones presentes en el ADN español, tal que la querencia a adular a la masa y ponerse al servicio del líder carismático del momento, cuando no del sátrapa, el cacique o el corruptor de turno. Es la renuncia a pensar por uno mismo. La necesidad de tener un amo. El miedo a la libertad, entendida como la capacidad que posee el ser humano de decidir su futuro y arrostrar, por tanto, las consecuencias de sus actos.
A este Gobierno, cuyo presidente figuraba también entre los invitados a la boda mencionada, se le llena la boca a la hora de anunciar su disposición a derribar las barreras que en nuestro país se oponen a la creación de empresas. Es una promesa que se renueva perenne con cada Gobierno que llega a Moncloa. “América debe ser un buen lugar para crear empresas”, aseguró Romney en Denver. “Yo quiero ir por el camino del crecimiento que pone a los estadounidenses a trabajar, con más ingresos fiscales porque hay más gente trabajando”. Los españoles, por contra, prefieren ir por el camino del funcionariado. Quieren servir al Estado. Según un estudio de la Cámara de Comercio de Sevilla, el 40% de los estudiantes aspiran a convertirse en funcionarios en el futuro, mientras que el 29% quiere trabajar en una empresa, y el 30% preferiría montar su propio negocio. La mayoría, nada menos que el 80%, desconocen por completo la situación del mercado de trabajo, es decir, viven de espaldas a la realidad laboral que les espera, una circunstancia que tiene mucho que ver con la existencia de una Universidad acostumbrada a sestear, convertida en plácida fábrica de parados.
La Ley de Emprendedores, sobre la mesa de Montoro
La Ley de Emprendedores, tan publicitada por el Ejecutivo desde hace meses, vive el sueño de los justos sobre la mesa de Cristóbal Montoro por culpa de los estímulos fiscales que prevé. “Desde 2007 para acá se han destruido en España más de 200.000 empresas con centro de trabajo”, asegura Juan Rosell, presidente de CEOE. “Muchos lo han perdido todo, porque tenían hipotecada hasta su casa como aval, y ahora no tienen ni subsidio de paro. Pero es evidente que no saldremos del hoyo mientras no se produzca un cambio de mentalidad radical en la consideración social del empresario, porque sin empresas y empresarios no habrá creación de riqueza que valga. La experiencia de un personaje como Amancio Ortega tendría que estudiarse en las escuelas, para alentar el surgimiento de un nuevo tipo de sociedad más propensa a la libertad de emprender y menos pendiente y dependiente de papá Estado”.
Señor Rajoy, empéñese usted en sentar las bases de una España capaz de generar riqueza
“Tenemos que reducir los impuestos tanto para las grandes empresas como para las personas”, aseveró, en fin, Romney en su cara a cara con Obama. En España, al contrario, se trata de subirlos. A ello se dedica con esmero el ministro Montoro, y a ello aspira en un futuro no lejano esa Soraya Rodríguez que, en los Desayunos de TVE, nos anunció una nueva reforma fiscal que incluirá “un impuesto a las grandes fortunas”, como si nuestros Florentinos no tuvieran mecanismos suficientes para salir de naja sin pagar un duro. Es el drama de España y de Europa en general, sometidas al dictado de una socialdemocracia rampante capaz de agostar cualquier oportunidad de crecimiento solvente. Lo dijo el economista Heilbroner: “Muchos años después de haber sido oficialmente inaugurada, la pugna entre capitalismo y socialismo ha terminado: el socialismo ha triunfado”.
Se quejaba Rajoy está semana en Rabat ante un grupo de empresarios que le urgían a pedir el rescate, de que “esto es la monda: aquí opina todo el mundo, pero a nadie se le ocurre darte una idea, aunque sea media…”
Desde aquí le brindamos una entera y, además, gratis: empéñese usted en sentar las bases para hacer posible una España competitiva, capaz de generar riqueza (de distribuirla ya se encargará la Soraya del PSOE), para lo cual será obligado alentar de forma efectiva la aparición de vocaciones empresariales y combatir los desmanes de ese capitalismo castizo patrio, dispuesto siempre a arramblar con lo que pilla.
Para la mayoría de las personas, la riqueza –léase un trabajo dignamente retribuido- es el único camino honesto hacia la libertad. Me temo, no obstante, que alcanzar tan altas metas no será posible sin cambiar antes la piel de este país corrompido. Y seguramente el alma.