JOSÉ LUIS PEÑAS - Ex concejal de Majadahonda y denunciante del 'caso Correa' VIENE DE PRIMERA PÁGINA... EL 'CASO GÜRTEL'
"Ni se sabe todo ni se sabrá"
FERNANDO GAREA 15/07/2009
Fue el primer aleteo que desencadenó el efecto mariposa que acabó en el terremoto político y judicial del caso Correa.
"Las cosas se hacen porque deben hacerse, no porque compensen"
Todo empezó un día del año 2007 en el que José Luis Peñas acudió a la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la policía con una denuncia bajo el brazo y con más de 20 horas de grabación sin editar que él mismo había hecho durante meses.
Grabó, entre otros, a Francisco Correa y a su mujer, Carmen Rodríguez Quijano, y aportó la prueba a la policía para que tirara del hilo de la investigación y luego acudió en numerosas ocasiones a la Fiscalía Anticorrupción para seguir aportando datos.
En febrero de este año, el caso estalló. Ha marcado la agenda política de los últimos meses y aún se desconoce hasta dónde puede llegar. Peñas está convencido de que "ni se sabe todo, ni se sabrá", pero, según asegura estos días a sus próximos, se siente satisfecho porque su compromiso "con la democracia, su país y la libertad está más que saldado" a su favor.
Si no hubiera sido por él, Francisco Camps no estaría camino del banquillo, Luis Bárcenas no estaría pendiente del Tribunal Supremo, no hubieran dimitido media docena de cargos autonómicos y municipales del PP y Francisco Correa no estaría en la cárcel. Explica a sus allegados que "las cosas no se hacen en función de si compensan o no, se hacen porque se deben hacer". Les explica que está orgulloso de poder mirar de frente a su familia y, sobre todo, de estar dispuesto a "mirar de frente a todos los golfos que han de pasar delante de él en el banquillo". Peñas, de 41 años, empezó en política en 1999 como concejal del PP en Parla y entabló relación con Guillermo Ortega, ex alcalde de Majadahonda, que dimitió por su relación con la trama, y con Carmen, la esposa de Correa. Llegó a tener tal nivel de confianza, que el presunto jefe de la trama de corrupción confiaba el cuidado de su hija de pocos meses a Pepe Peñas cuando tenían que viajar. Peñas fue concejal de Planificación Urbana de Majadahonda, pero fue expulsado del PP cuando se rebeló contra una recalificación de terrenos que él consideró turbia. A pesar de eso, mantuvo su amistad con Correa y con su mujer.
Luego, Peñas hizo el segundo gesto de rebeldía: el de acaparar pruebas, incluso a costa de su "tranquilidad, tiempo y dinero", para denunciar lo que había constatado como red política corrupta, muy compleja, y con alcance a varias comunidades autónomas.
Constató de primera mano que en el PP casi todo el mundo conocía a Correa y su gente. Recuerda que Correa era íntimo de José María Aznar y de los máximos responsables del PP (de Javier Arenas, de Gerardo Galeote, de Jesús Sepúlveda, de Luis Bárcenas...); que había tortas por estar con él y que cenar con él era sinónimo de realizar un buen negocio amparado por la cúpula. Eran los días de vino y rosas de Correa, de Álvaro Pérez (El Bigotes) y de todos los cargos del PP que disfrutaban de regalos. La trama movía los hilos de sus marionetas en los ayuntamientos de los municipios más ricos del noroeste de Madrid. Pozuelo, Majadahonda y Boadilla eran el epicentro de la trama, y Peñas se dedicó a registrar con una modesta grabadora de bolsillo las conversaciones con sus amigos en las que se hablaba de comisiones, paraísos fiscales, regalos y cajas b.
Nunca se sintió un agente secreto y, por eso, mientras grababa las reuniones con los implicados para hacer acopio de pruebas, confesaba a su familia que pasaba "mucho miedo". Los datos que recabó en secreto durante meses han sido ratificados luego con pruebas materiales y con testimonios directos por el juez Baltasar Garzón y por magistrados instructores de los Tribunales Superiores de Madrid y Valencia. Y aún queda mucho por salir.
Ahora, Peñas es funcionario del Ayuntamiento de Madrid y acaba de terminar la carrera de Derecho. Intenta ser lo más discreto que puede para pasar lo más inadvertido posible. Se limita a observar los efectos del terremoto que ha provocado y sigue colaborando con la investigación.