Andrés Aberasturi - El ministro Sebastián y otros asuntos
MADRID, 1 (OTR/PRESS)
Cuando hasta los fabricantes de bombillas te desautorizan, algo pasa. Y lo que pasa es que el ministro Sebastián ha vuelto a sacar la foto aquella famosa por la que se despidió de cualquier esperanza para ganar la alcaldía de Madrid. La nueva foto metafórica del ya ministro han sido las treinta y una medidas para hacer frente a la crisis energética; si una parecía descabellada, las otras más y la tercera resultaba cómica y la cuarta cabreaba a un ministerio amigo y la quinta a otro y así sucesivamente hasta llegar a la desautorización de los fabricantes de bombillas, que es lo más surrealista que ha pasado en este país, ya de por sí bastante surrealista. Qué cosas propone el ministro Sebastián sin que le tiemble ni siquiera levemente el labio superior: un millón de coches eléctricos, menos luz en las autopistas, levantar el pie del acelerador en las carreteras de entrada y salida a las grandes ciudades cuando lo único que hay son atascos. Y las bombillas.
Las cifras son las que son y las previsiones -pese a que el portavoz Alonso insista en que el catastrofismo es cosa del PP- resultan realmente desastrosas y no parece que haya muchos resquicios ni para el buenismo ni para la confianza. Pues en este panorama, con la inflación disparada, el euribor en máximos históricos, a la cabeza del paro europeo y una previsión de crecimiento cero, llega Sebastián y nos quiere regalar una bombilla para salir del atolladero y poner a la venta un millón de coches eléctricos como si eso dependiera directamente de él, el hacerlos, el comprarlos, el mantenerlos etc. Es por lo menos descorazonador. Reconozco que no doy crédito a lo que está pasando. Es que en un programa infantil, preguntas a los críos qué harían para ahorrar energía y te calcan las famosas treinta y una medidas. El problema es que al ministro Sebastián le suponíamos, además de experto en economía, un tipo maduro, pero lo de la bombilla y el coche eléctrico, la verdad, nos ha descolocado. En fin.
Pero ya he dicho que este es un país surrealista. Sólo admitiendo esa premisa se entiende que siga aún en su puesto y no lo hayan echado sus propios compañeros de partido o lo que sea, el edil más tristemente famoso hoy por hoy del estado español. Me refiero, claro, a ese tipo que incluyó en su blog catalanista la impresentable campaña de apadrinar a un niño extremeño. Hay cosas que no se pueden tolerar ni aunque uno luego se disculpe a medias y llame "ironía" a su falta total de sensibilidad, de respeto y de conocimiento. Un tipo así no debería estar en política, no debería tener partido que lo aceptase en su seno. Pero ahí está con su día de fama, triste protagonismo nacional, creyéndose gracioso cuando ni siquiera llega a payaso (en el peor de los sentidos).
Y de postre el amigo Chávez, un buen aliado que después de prometer en su esperpéntica visita precios bajos de su petróleo -quiero decir: del petróleo de los venezolanos que él manipula a su antojo- vuelve y quiere nacionalizar el banco de Santander en Venezuela. Pero como aquí se le cree todo, pues el hombre se viene arriba.
En fin, que así están las cosas: una crisis galopante y un ministro que se fotografía con una bombilla en la mano. Menos da una piedra. O casi.
Andrés Aberasturi.