@Jesús Cacho - 03/12/2007
Como muchos se temían, nos temíamos, ETA volvió el sábado por donde solía: por el tiro en la nuca y a bocajarro, en la habitual exhibición de vesánica violencia, entreverada de metodología mafiosa, que ha hecho célebre a la banda terrorista. En estas horas, cuando el guardia Fernando Trapero se mantiene luchando entre la vida y la muerte, por desgracia mucho más cerca de lo segundo que de lo primero, es obligación de partidos e instituciones cerrar filas en torno al Gobierno de la Nación, pero es también obligación de los medios de comunicación y de quienes escribimos en ellos, hablar y hacerlo alto y claro, apuntando las responsabilidades de aquellos que de forma obstinada las han contraído con sus groseros errores.
El mayor de José Luis Rodríguez Zapatero en estos casi cuatro años de legislatura está relacionado con su incapacidad radical para ser, pensar y actuar como el presidente del Gobierno de todos los españoles, que en una cuestión capital para el Estado español como es la lucha contra el terrorismo etarra le ha llevado a tratar de negociar una paz por separado con ETA y su entorno político. Una paz en nombre de media España, supuestamente la que le vota, y en contra de otra media. Una paz de la España socialista contra la España de centro derecha, y ello con el pensamiento puesto en el logro de unas ventajas electorales llamadas a surtir un efecto devastador para la suerte de esa derecha en las urnas.
Yo mismo y otros colegas que habitualmente escriben en El Confidencial hemos dicho que todos los Gobiernos, cualquier Gobierno, del signo que sea, está obligado a remangarse y bucear en los posibles canales subterráneos, incluso pestilentes, para acabar con el terrorismo, en el bien entendido de que con una banda que como supremo argumento suele utilizar la pistola y el coche bomba, un Estado de Derecho que se precie de su condición de tal no puede aceptar ningún tipo de negociación política que de alguna forma venga a convalidar la utilización de aquella violencia como método para lograr sus objetivos.
Un chalaneo que dura cuatro años
Por desgracia, Zapatero ha dado demasiadas muestras en estos cuatro años de estar dispuesto al chalaneo político con la banda y su entorno ancilar –y ahí está la renuencia a poner fuera de la Ley a partidos como ANV-, y solo la terrible presión en contra realizada por el Partido Popular –que, por desgracia, se ha cerrado en banda con un "no" sin matices a cualquier tipo de negociación- y la propia y natural condición totalitaria y asesina de la banda –cosa que quedó clara con el atentado de Barajas, hace ahora justamente un año- le ha hecho apearse del burro.
Pero incluso después de lo de Barajas, donde, no se olvide, hubo dos muertos, Zapatero ha seguido dando muestras de no querer volar los puentes con los violentos tan trabajosamente tendidos incluso desde los tiempos del Gobierno Aznar, y ello por ese tan irritante como escasamente democrático cálculo electoral, por un puro proyecto de Poder personal que seguramente no comparte la militancia socialista menos sectaria. Esa política de golpear con la derecha y dar alpiste con la izquierda ha envalentonado a una organización que hace cuatro años estaba contra las cuerdas y, lo que es peor, ha proporcionado argumentos definitivos a ese mal llamado "nacionalismo democrático" que se niega a romper del todo amarras con ETA, porque ello le supondría renunciar a la ensoñación de ese Estado independiente Euskaldun salido del magín de intelectuales como Sabino Arana.
El asesinato del sábado en Capbreton devuelve el problema a su origen, lo coloca casi en su punto de partida, y supone una enmienda a la totalidad a la política antiterrorista de Zapatero. Porque la verdad sigue siendo una. Con ETA solo hay un camino: conducirle a la negociación del ronzal de su derrota policial, lo que exige primero ponerla de rodillas mediante el despliegue de todos los mecanismos, policiales y legales, de que dispone un Estado de Derecho moderno como el español.
La aventura cuatrienal de Zapatero con el terrorismo etarra, su infantil chalaneo de avezado jugador de póquer dispuesto a llevarse al catre a una dama tan zurrada por la vida como es ETA, ha terminado como el rosario de la aurora a las puertas ya de las próximas elecciones generales. ETA ha vuelto a matar, embadurnando con la joven sangre de unos servidores del Estado sus "infinitas ansias de paz", enterrando con ello la política de appeasement por él practicada en estos años de plomo. Terrible error el suyo, por el que debería pagar algún precio político en las urnas dentro de apenas tres meses.