Habían sido muchos años aguantando siempre a los mismos políticos en el poder. En las elecciones de 1982, el PSOE presentó un programa para eliminar las diferencias sociales, hacer frente a la vieja generación caduca y renovar el país.
El programa prometía corregir los errores cometidos por la banca al aplicar una ‘política liberal pura’, y proponía comprar (nacionalizar) los bancos en crisis. También proponía luchar contra el fraude y la evasión fiscal, aumentar los impuestos a los que más ganan, mejorar las pensiones más bajas, promover las empresas públicas (pues ‘son instrumentos fundamentales para la creación de puestos de trabajo’), acentuar el control y la vigilancia de las empresas por parte de los trabajadores, y sobre todo, hacer una sociedad más justa e igualitaria usando para ello la Seguridad Social.
Se redujo la edad de jubilación hasta los 64 años y luego a los 62 años (en tiempos de Franco era de 69), se prometieron crear 800.000 puestos de trabajo, se ampliaría la cobertura al desempleo, y se acabaría con la desigualdad social, creando un sistema educativo para todos sin exclusión sufragado por el Estado por encima de las diferencias socio-económicas. Era la única forma de acabar con “el círculo vicioso de la reproducción de la desigualdad”.
Se facilitarían viviendas en alquiler a las familias con menos recursos, y se fomentaría la construcción de viviendas de protección pública con tipos de interés y plazos establecidos por el Estado. Además, se acometería un nuevo tipo de vivienda para ahorrar energía.
Como los jóvenes habían sido marginados y habían sufrido la restricción de sus derechos, ellos iban a constituir ahora el “eje de la dinamización de la sociedad” reivindicando para ellos todas ‘las capacidades libertarias, creativas y antiautoritarias” impulsando sus valores radicalmente innovadores y democráticos. Sus tiempos de ocio estarían “ligados a programas culturales y educativos”.
En cuanto a la Sanidad habría una profunda reforma para proteger a todos, gestionar mejor los hospitales públicos, reducir los periodos de espera; y en cuanto a los Servicios Sociales, se extendería la solidaridad a todos los ciudadanos. Mujeres, jóvenes, tercera edad…
El programa del PSOE iba aún más lejos: salirse de la OTAN, la organización militar liderada por EEUU que se oponía al Pacto de Varsovia.
Como prueba de que la gente joven estaba con ellos, el jueves anterior a la jornada de reflexión, un gigantesco mitin frente a la explanada de la facultad de Biológicas de Madrid concentró a cientos de miles de jóvenes. Antes de medianoche, Felipe González les dirigió una arenga: “El futuro es nuestro”. Entonces, dieron las doce de la noche, se apagaron las luces y los jóvenes encendieron sus mecheros para cantar con Miguel Ríos el himno a la libertad.
La mayor parte de los profesores de la universidad, de los estudiantes y de los intelectuales votó al PSOE. La mayor parte de los jóvenes les votó. No era una marea, era un tsunami.
En las elecciones del 28 de octubre de 1982 el PSOE arrasó. Más de 200 diputados. Mayoría en el Congreso y en el Senado. Un socialista se subió a la tarima que se había montado en la plaza mayor de Madrid, abarrotada de gente, y dijo: “Esto es el triunfo de millones de españoles que quieren que las cosas cambien”. Se llamaba Joaquín Leguina.
Fue una noche memorable. Muchos salieron de allí en la madrugada cantando la internacional con el puño en alto y los ojos llenos de lágrimas. Resonaban las palabras de Felipe: “El pueblo quiere socialismo y cambio”.