El año pasado empezó mal y acabó mal. Y lo peor, este nuevo año también irá muy mal. No lo dice la Oposición, lo afirma el presidente del Gobierno, cuya receta consiste en pedir comprensión y apelar a la solidaridad de los ciudadanos. En diez años hemos pasado del España va bien de Aznar al España va mal de Rajoy.
Mariano Rajoy se escuda en la herencia recibida, pero faltan alternativas. Ni sirven sus compromisos electorales, hechos sin fundamento real, según reconoce implícitamente el propio PP al apelar a la dichosa herencia, ni hay un nuevo programa a medio plazo, que necesariamente tendría que implicar a empresarios y sindicatos y a otras fuerzas políticas, empezando por el PSOE, al estilo de los históricos Pactos de la Moncloa. Si tiene que haber más sacrificios, al menos que sean equitativos y que sirvan para algo. Pero falta horizonte en la política de Rajoy. Parece que no sabe cómo salir de esta. Y hay salida. Tiene que haberla, más allá de la retórica y el lamento.
Con Rajoy de presidente, España ha destruido otros 800.000 puestos de trabajo, vuelve a estar en recesión con casi seis millones de parados, y no tiene otra política que no sea reducir el gasto. ¿Algún mérito? Si puede llamársele así, ha contenido un poco el déficit público, con lo que ha evitado la quiebra –léase también rescate-, pero afronta un año en el que debe refinanciar 230.000 millones de euros –casi un 25% del PIB- y los mercados siguen cobrándole demasiado para lo que España puede pagar. Es fácil distinguir la solvencia de un país como Japón, capaz de soportar también grandes volúmenes de deuda y de déficit, de otro como España, donde no solo hay mucha deuda sino también una suspensión de pagos generalizada. El camión japonés lleva excesivo peso pero sigue circulando y el español va igualmente cargado pero se cala por falta de gasolina.
El problema de fondo es la gran deuda privada soportada por el sistema financiero ante una total falta de previsión de las autoridades económicas sobre lo que podía pasar, y pasó. Al final quienes pagan los platos rotos son los más indefensos: léase titulares de preferentes o desahuciados. Su penosa situación resulta aun más indignante si se observan los privilegios de los poderosos y sus escondites fiscales en un mundo donde, por cierto, no solo hay paraísos fiscales, sino también paraísos políticos, laborales, medioambientales y de toda índole.
España se aprieta el cinturón pero no ahorra para invertir en futuro, sino para gastar miles de millones de euros en pagar intereses de la deuda. Por ahí no se va a ninguna parte. Tampoco llegarán muy lejos las empresas españolas, cuya refinanciación corre paralela a la del Estado, lo cual lastra su competitividad y a veces incluso su propia existencia.
Curiosamente, Rajoy no recorta en reducir las administraciones, empezando por concentrar miles de ayuntamientos o por poner fin al papelón del Senado. En España hay muchos organismos ineficientes que podrían desaparecer o concentrarse –como tantos y tantos pequeños concellos- y que siguen ahí, a costa de sacrificar antes la sanidad y la educación. Y muy pronto, las pensiones.
Por cierto, ¿hay Oposición? ¿Hay alternativa? De momento, no mucha. El socialista Rubalcaba dice que quiere seguir haciendo oposición útil, pero la premisa que establece como hipótesis –ser útil- está por demostrarse. @J_L_Gomez
El autor de este blog de El País también lo es del libro 'Cómo salir de esta', que se pondrá a la venta el 21 de este mes en toda España: Su presentación oficial tendrá lugar en la Asociación de Periodistas Europeos el miércoles 23, a las 12,30 horas. Posteriormente se celebrarán presentaciones en Barcelona, A Coruña, León, Vigo, etcétera.
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