Ha causado estupefacción entre propios y extraños la intención de Francisco Camps de prorrogar el contrato que une a Valencia con la Fórmula 1 desde el 2014 actual a 2020, a razón de entre 20 y 30 millones de euros anuales. Un acuerdo que se anunciaría a finales de este mes.
Choca con el principio de austeridad que habría de presidir la actuación de un gobierno que acumula deudas por las esquinas y que ha tenido que recurrir a una costosa financiación minorista a corto plazo para hacer frente a sus gastos corrientes. Vulnera también la renovada exigencia de transparencia de las cuentas públicas regionales al ser éste un contrato no expuesto al escrutinio de la ciudadanía, de ahí el baile de cifras. No se ha cuantificado tampoco el potencial beneficio para la ciudad de este evento, único dato que podría, en un momento dado, justificar tal dispendio.
Sea como fuere, vanidad de vanidades, cualquiera renuncia a pasearse en un Ferrari descapotable antes del GP, pelo ralo al viento. Antes muerto que sencillo.
Ese es el problema de base. El espíritu faraónico de los gestores regionales y locales de la Comunitat se ha concretado en grandes obras o compromisos financieros, como la propia F1, que, uno, hay que pagarlos, dos, hay que mantenerlos, y tres, hay que amortizarlos. Pudo el relumbrón presente de proyectos firmados por los mejores estudios de ingeniería o arquitectura frente al nubarrón futuro de las obligaciones dinerarias contraídas y de su falta de viabilidad real... bajo cualquier coyuntura. Primó la efervescencia de los eventos sin que nadie reparara en la ausencia de modelos económico-financieros que los justificaran. Sic transit gloria mundi.
Claro ejemplo de lo aquí descrito es lo ocurrido con la Marina Real Juan Carlos I, que nace con motivo de la designación de Valencia como sede de la Copa América. Un Consorcio en el que participan gobierno central PSOE, por un lado, y Ayuntamiento-Comunidad PP, por otro, a partes iguales. Losa de silencio asegurada.
Es ésta una infraestructura paradigmática del déficit de gestión racional antes descrito. Incapaz de hacer frente a los centenares de millones de euros de financiación que tiene concedida (pago), con importantes lagunas en términos de Reglamentos de Explotación y Policía y de pago de tarifa portuaria (mantenimiento), se está dedicando a competir con el resto de los puertos privados de la región a través tanto de sus menores precios de amarre como de la prestación de suministros y servicios gratuitos en función de la eslora (amortización). Titularidad pública e impunidad cogiditas de la mano.
Esta agresiva política "comercial" sobre una instalación innecesaria -en la región hay a día de hoy cerca de 6.000 amarres vacíos- y extraordinariamente costosa está provocando la expulsión de los promotores particulares de esta actividad, que ven cómo son cada vez más las embarcaciones que deciden cambiar su puerto base a Valencia ciudad. Unos inversores que, por cierto, están atados de pies y manos por unos cánones exigentes fijados, en muchos casos, en el auge de la burbuja de crédito e inmobiliaria.
De este modo las autoridades no solo incumplen su obligación de generar y redistribuir riqueza sino que hacen justo lo contrario: sacrifican la iniciativa empresarial en aras de su propia justificación. Viva el crowding out.
Valiente novedad, me dirán ustedes. Es práctica habitual. No en vano, se cuentan por centenares los autónomos y empresarios que han ido a la ruina por la falta de pago en tiempo y forma de las Administraciones Públicas, palabras mayores. Cierto, pero lo uno no quita lo otro, caras de la misma moneda. De aquellos fastos vienen estos gastos... y la imposibilidad de afrontarlos.
Pero miren, Camps y Barberá son los políticos idóneos para gobernar Valencia, de acuerdo con el juicio democrático de sus ciudadanos. Y no es que no hubiera sospechas sobre su manifiesta incapacidad. Más bien lo contrario. No es de extrañar que la estupefacción se instale entre aquellos que, desde fuera de nuestras fronteras, tratan de comprender la idiosincrasia nacional. Es objetivamente imposible. Ah amigo, votos son amores que no buenas comisiones. Y en esas andamos. La orquesta del Titanic sigue tocando…
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@S. McCoy 09/06/2011
Valor Añadido, S. McCoy