de Jose María García-Hoz de Jose María García-Hoz
El problema es que Alemania ya no quiere seguir pagando porque los alemanes –o sea, la gente común y corriente– piensa que si Grecia se ha saltado las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que conforma la eurozona no hay razón para que la factura corra por cuenta de Alemania.
Y lo cierto es que si Alemania finalmente rechaza comprar la deuda que Grecia debe renovar antes de que acabe la primavera y el Gobierno de Atenas recurre al Fondo Monetario Internacional, el euro se va al garete y con él las últimas posibilidades de que la voz de Europa sea escuchada en la construcción del nuevo equilibrio geoestratégico del mundo.
La secuencia de ese temible proceso podría ser, más o menos, como sigue: 1.Alemania no compra deuda de Grecia; 2.El Fondo Monetario Internacional presta el dinero que Grecia necesita para seguir viviendo; 3.Los mercados especulan contra el resto de los PIGS (es decir, Portugal, Italia y España) y les llevan a una situación financiera insostenible que solo el FMI solucionará en última instancia y, como suele ser su política, a cambio de esfuerzos y sacrificios inaceptables para las poblaciones;4) Los cuatro PIGS, que no pudieron, o no quisieron, afrontar la factura de sus respectivos botellones, se verán obligados soportar una resaca de muchos años.
Ante ese panorama, posible y hasta probable, los PIGS deberían hacer algo para que a Alemania le compense pagar la factura, aunque sea por última vez.Por ejemplo poner en marcha un plan de austeridad creíble, en el que se incluya un apartado de como refinanciar las deudas. Al fin y al cabo es cierto que para las empresas alemanas los países europeos son un buen mercado de exportación, pero hay un momento en que si el cliente se queda sin dinero no es posible seguir vendiendo de fiado.
Pro memoria: el Vicepresidente y Comisario de la Competencia de la Comisión Europea, dijo el lunes 15 de marzo en Madrid que el plan de ahorro propuesto por el Gobierno de Madrid "peca de cierto optimismo".