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LA MENTIRA DE LOS POLITICOS

La palabra MENTIRA según la enciclopedia Wikipedia es lo siguiente:

"Una mentira es una declaración realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa en todo o en parte, esperando que los oyentes le crean, ocultando siempre la realidad en forma parcial o total".
En política desde lo mas alto de nuestras instituciones hasta lo mas bajos… Desde la Casa Real, Gobiernos, Senado, CC.AA, Diputaciones,… Desde los Alcaldes, Concejales,… Desde los Secretarios Generales hasta los militantes con responsabilidad de los partidos políticos,… Todos esconden, deforman, contornan, difaman sistemáticamente la verdad 

¡Todos mienten con poco o muchos conocimientos de sus palabras; Son ciegos ofuscados por el poder, por su status, por el halagó del entorno son consentidos de ser importantes y amantes de los aplausos. La mentira es parte de la vida cotidiana de los políticos, la mentira pertenece a su sombra, para ellos la mentira es indispensable a su supervivencia.


Según observadores políticos un político vago tendrá éxito, un político fastidioso también, pero un político que no sabe mentir esta condenado al fracaso! 

Las pequeñas “menteligias “dan acceso a las grandes mentiras para después llegar y culminar a las mentiras electorales. 


Los nuevos o novatos políticos empiezan los discursos tradicionales con las siguientes frases; 

- No tengo más ambición que de servir a mis ciudadanos? 

– No soy un político tradicional ¿

- Soy un político diferente ¿-etc... etc... 

En el ranking de las mentiras políticas esta la del político que predica la “unidad del partido “ hay una regla que no esta escrita en la cual el partido debe parecer unido en cualquier circunstancia! Por eso ese “parecer “necesita un numero incalculable de mentiras; lo que cuenta es la apariencia de lealtad y de franqueza.


En política la mentira y el engaño son los lideres de la doctrina del partido, los que por fidelidad a los principios mas sagrados dicen lo que piensan, son tratados como parias por su propio partido, dicho de otro modo los que actúan con franqueza cometen un acto innoble, y los que se callan o esconde sus intenciones son gratificados en ser personas respetables y leales. 

La mentira ha engangrenado la clase política en su recoveco y creo que es importante buscar los orígenes de este mal: La respuesta es sencilla: 

si los políticos recurren a la mentira es que están convencidos de su rentabilidad.


Los políticos que son los más hábiles con la falacia o falsedad son los que más tiempos duran y con más éxito.


Alguien me dirá “ es que no hay político honesto? 

“ Aquí no se trata de honestidad, hay políticos con buenas intenciones, adicto y muy entregado a su labor y partido. 


Hay un escritor Frances (Pierre Lenain) que dice:

 “ Político honesto puede ser que los hayas pero políticos que no mientan: imposible! “ 

Es una verdad muy dura y que radica en la rentabilidad de la mentira; ¿y porque es rentable ?:

 Porque el pueblo lo recompensa con los votos.

 El mejor político mentiroso es el que gana, 

¿Por ignorancia de los ciudadanos al engaño del político? O por que no tiene otro modo de castigo.

Los ciudadanos saben perfectamente que el político miente; pero no saben contemplar la mentira en toda su amplitud y consecuencia. 

Aparece un político nuevo, una nueva figura, con don de palabras, con propuestas diferentes y convincentes y el ciudadano cae otra vez en la trampa…

Esa esperanza, ese voto se explica por el desconocimiento real de la mentira en política, ya que cualquier persona coherente que siga de “cerca “este político o partido perderá rápidamente las ilusiones 


Los políticos quieren y viven por el voto, dependen solamente de nosotros de hacérselo pagar y cuando mas caro mejor.






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Que no nos "mareen".
Vamos "al grano".
LO PRIMERO ES LO PRIMERO.
-
"El que CALLA, OTORGA".
CALLAR ANTE MAS DEL 10% DE PARO, ES OTORGAR LA RAZON AL GOBIERNO.
(VredondoF)

varios

NOTA DE VRedondoF :Por su interes publico una aportacion de "vamosdecraneosinodeculo" al foro de El Confidencial a proposito del articulo de Carlos Sanchez ¿Politicos a la carcel ?(nº 46 3/07/2011)
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De la tranparencia de la acción pública

Para resolver la ocultación de la información pública no hace falta inventar la rueda, que ya está inventada, sino copiar a los inventores.

Y da la casualidad de que en Europa ya hay legislación sobre esto.

Y da la casualidad de que el PSOE ganó las elecciones en 2004 con un programa electoral que incluía adoptar esas prácticas europeas:

"La Comisión Europea y diversos países de la Unión han adoptado normas destinadas a regular el acceso de los ciudadanos a los informes y archivos de las Administraciones como contribución decisiva a [los principios] de libertad, de democracia, de respeto de los derechos y libertades fundamentales y del Estado de Derecho"

"Los socialistas creemos que una democracia sólo puede fundamentarse en la transparencia en la acción pública, y por tanto en el libre acceso a la información por parte de los ciudadanos"

"Impulsaremos una Ley sobre el derecho al libre acceso a la Información que garantice que todos los poderes, autoridades públicas y entidades sostenidas con fondos públicos faciliten el libre acceso a toda información o documento oficial, con [excepción de] protección de datos o secretos oficiales"

"Facilitaremos el acceso a través de la red a la información y a los servicios públicos"

"Garantizaremos el acceso on-line de los ciudadanos a la evaluación del ingreso y gasto público a través de internet"


[Ver la página 41 y ss. del programa electoral de 2004]

Todavía tiene tiempo de meternos en Europa.

Pero yo tengo la impresión de que muchos líderes y dirigentes españoles creen que les va mejor si España no está en Europa.

Alemania despierta


Alemania despierta

Por Fernando Díaz Villanueva

Gerhard Schröder.
Tal día como ayer hace once años, un sonriente Gerhard Schröder se hacía con la Cancillería con una mayoría aplastante, muy superior a la que Merkel obtuvo en las federales del domingo pasado. Más del 40% de los votantes, casi el 50% sumándole el apoyo de sus socios rojiverdes, devolvieron el poder a la izquierda, alejada de la poltrona durante 16 interminables años.
Eran, claro, otros tiempos. En 1998 el espectro político alemán era más reducido, especialmente en el lado izquierdo. Los socialdemócratas competían, y no mucho, con los verdes, que en la Alemania occidental ejercían de marca blanca del Partido Comunista, nunca demasiado bien visto a este lado del Muro. Venía Alemania entonces de 50 años de crecimiento económico constante, cuya herencia más visible es el euro, divisa reacuñada en la mitad de valor facial sobre los antiguos marcos.

La Alemania que entregó complacida las armas a la izquierda era un país opulento, prepotente y ligeramente insatisfecho. La reunificación, completada durante los años 90, no había sido el cuento de hadas que contaba Köhl a los escolares de primaria durante sus triunfantes giras, en las que, a ratos, llegó a creerse la reencarnación del Von Bismarck.

Fue, en definitiva, un cúmulo de circunstancias lo que llevó a Gerhard Schröder a la Cancillería. La luna de miel, sin embargo, y a diferencia de la nuestra con Zapatero, duró poco. Su SPD, el de la incontestable mayoría del 98, fue deshaciéndose a izquierda y derecha, al tiempo que la antaño boyante economía alemana se venía abajo.

Los alemanes son gente entrañable en su frialdad. Granjeros y comerciantes que, llegado un momento de su historia –nadie sabe muy bien cómo–, empezaron a fabricar vehículos BMW, electrodomésticos Bosch y maquinaria de todo tipo extremadamente precisa y bien hecha. Por eso, por ese sentido primario, casi aldeano, de la existencia, no son muy amigos de experimentos políticos, y más cuando escarban en su propia historia y se les ponen los pelos como escarpias al contemplar las consecuencias últimas de ciertos experimentos por los que han tenido que pagar –hasta la última letra– una gran factura; de hecho, aún la están pagando en los estados del este. Esta es la razón principal por la que Alemania es, desde hace 60 años, un modelo de estabilidad, y posiblemente el país más aburrido de Europa en lo que a jaleos políticos se refiere.

Angela Merkel.Sólo así puede entenderse la famosa Grosse Koalition de 2005, que juntó en el Gobierno a conservadores y socialistas. Aquí, claro, eso nos parecía una cosa del otro mundo. Pero el votante alemán lo que más valora es la tranquilidad y que no le den la murga. Los odios políticos, por añadidura, nunca son bienvenidos en un país que tuvo ración doble de ellos durante el siglo pasado.

De todas formas, era una situación era anormal, fruto del bloqueo mental que los alemanes han padecido en los últimos diez años. La izquierda risueña, ecologista y boborrona del dúo Schröder-Fischer les metió de cabeza en la peor crisis desde la Guerra, socavando la autoestima y el orgullo de un pueblo acostumbrado a ir siempre un paso por delante en todo; la derecha, por su parte, no se aclaraba ni en la forma ni en el fondo. En 1998 el candidato democristiano fue un amortizadísimo Helmut Köhl; en 2002, un viejísimo y bavarísimo Edmund Stoiber, y en 2005 una ossi desconocida con cara de profesora despistada a quien los alumnos le copian en los exámenes.

Eso en la forma, que importa, y mucho, en las democracias modernas. En el fondo, la CDU ha sido durante 10 años un quiero y no puedo ideológico. Lo probó todo para encontrar un mensaje propio, fracasando una y otra vez. Se apropió del programa socialdemócrata y, lo que es peor, del programa verde, y acabó por ser más estatista y más ecologista que nadie. Al final, los conservadores han hecho el pequeño esfuerzo de escuchar a sus votantes, al tendero de Múnich que los sábados por la noche se pega con cola al televisor para ver Musikantenstadl, al jefe de personal de una empresa de Stuttgart hartito de dejarse la vida pagando impuestos, al operario de una fábrica de Bochum que aún sigue yendo a misa y que trabaja duro para que le asciendan, al agente de bolsa de Fráncfort que busca trabajo en Wall Street. Ese es el público de la CDU, y a ese público, machacado por uno de los Estados más intervencionistas y metomentodo de Europa, hay que llegar con un mensaje claro, realista y sin artificios.

Lo que a la CDU le ha faltado y le sigue faltando se lo ha puesto de gratis el FDP, partido minoritario, implantado en el oeste y eminentemente urbano. Los liberales de Guido Westerwelle han cogido esta vez el carro y tirado de él, arrastrando a los conservadores, que no han parado de hacerles guiños cómplices durante la campaña. El programa del SPD es el negativo del que presentaron las dos momias de la izquierda germana: Gregor Gysi, comunista a la soviética, hijo de un ministro de Cultura de la RDA, y Oskar Lafontaine, representante eximio de la izquierdaza germano-occidental en su peor tradición.

El triunfo, por tanto, es compartido. Merkel gobernará, pero sólo podrá salir bien librada del brete si adopta como propias las ideas de su socio, las únicas verdaderamente revolucionarias en estos tiempos de crisis, las únicas que constituyen una alternativa al rebrote de colectivismo que padecemos.