@Federico Quevedo - 10/11/2007
Es inevitable que el elevado nivel de tensión política se traslade a los medios de comunicación. Para bien o para mal los periodistas, sobre todo los que emitimos opinión, nos significamos de un lado o del otro del arco parlamentario y en esa medida nos afectan los mismos condicionantes políticos que a sus señorías. Esto siempre ha sido así, desde que España es un país libre, o casi. Pero en los últimos tiempos, desde las elecciones del 2004, lo que tradicionalmente era un debate político a veces más grueso de lo normal, se ha convertido en casi una batalla campal, con un elemento distorsionador que visto desde una prudente distancia debería provocar una sonora alarma ante lo que ya podemos calificar de evidente peligro para la libertad de expresión. Si bien el debate es grueso, que lo es, también es verdad que la prensa crítica con el poder está siendo sometida a eso que se ha dado en llamar 'cordón sanitario', bien bajo la amenaza directa a determinados medios de comunicación como la COPE, bien bajo la manipulación descarada de programas en los que participan tertulianos próximos a las tesis del centro-derecha, o bien a través del insulto y la descalificación contra estos tertulianos permitidos sin ambages por algunos programas de difusión pública.
Les contaré algo que seguramente ustedes conocen a medias, porque entre otras cosas se ha contado de manera muy mediatizada. Hace cosa de un mes se celebró un debate en Canal Sur, en el programa Mejor lo hablamos que presenta Mariló Montero, sobre la memoria histórica, en el que participaron de un lado los periodistas Fernando Delgado, María Antonia Iglesias y la ex directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regás; y del otro los periodistas Ignacio Villa, Curry Valenzuela y el sacerdote Jesús de la Heras. El debate fue muy tenso, con cruces de veladas y no tan veladas insinuaciones de un lado al otro, pero en un momento dado el periodista Fernando Delgado le llegó a decir a Villa que sólo podía hablar con la bendición de los obispos, a lo que éste respondió que Delgado pertenecía a la cadena que se inventó los terroristas suicidas del 11-M (la SER). Iglesias, Delgado y Regás, con muchos aspavientos, decidieron abandonar el programa. Y aquí viene la historia de una manipulación. El programa es un falso directo, es decir, se graba una hora, mas o menos, antes de su emisión. Al irse los tres mencionados, Mariló Montero grabó una despedida informando a los oyentes que debido a las descalificaciones que de uno y otro lado se habían vertido sobre el contrario, se daba por finalizado el programa. Se fueron todos al AVE, y Montero, a su camerino. Cuando estaba desmaquillándose la llamaron para grabar un nuevo final en el que se responsabilizaba directamente a Ignacio Villa por sus insultos a Delgado y se adornaba con el video en el que se ofrecía a los espectadores las frases de Villa y se omitían las del periodista de la SER.
A principios de esta semana la Cadena COPE emitió un comunicado muy enérgico defendiendo a sus informadores y exigiendo a los poderes públicos la defensa de la libertad de expresión de sus profesionales. La razón no es otra que una escalada de declaraciones más o menos públicas, desde el Rey hasta el portavoz de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, pasando por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y toda la izquierda del arco parlamentario, exigiendo a los obispos que metan mano a los programas de la emisora, principalmente el de Federico Jiménez Losantos, La Mañana. El martes por la noche, en el programa 59 segundos de la Primera, la periodista Isabel San Sebastián abandonó el plató después de que José María Calleja le dijera lindezas del tipo "tú defiendes a la extrema derecha golpista" o la acusara de "engordar a ETA". Lo más fuerte que le dijo la periodista a Calleja fue que ahora defendía lo que antes atacaba, vamos, que había cambiado de chaqueta. ¿Creen que hubo alguna clase de rectificación pública o, por lo menos, una disculpa de la presentadora? ¡Qué va! El programa siguió como si no hubiera pasado nada. Este es el clima en el que nos movemos, y de aquí a marzo amenaza con empeorar considerablemente. Pero lo que me preocupa de estos tres ejemplos es, como les decía, la tentación que una parte del arco ideológico tiene de anular la libertad de la otra.
Les diré, sinceramente, que yo entre Jiménez Losantos y Francino, me quedo con Herrera, porque por las mañanas me gusta tomarme la vida con algo más de sentido del humor y una dosis aconsejable de crítica moderada. Y eso que desde hace algún tiempo Herrera ha dejado de lado aquello del poncho y la guitarra que tan acertadamente definía a Rodríguez, al que ahora también llama Zapatero. Él sabrá por qué. Pero que yo huya de extremos no significa que no defienda, hasta la extenuación, la libertad de unos y de otros para decir lo que quieran en las ondas, y me preocupe sobremanera el hecho de que esa libertad esté amenazada seriamente por una izquierda montaraz que se ha subido a lomos del bolchevismo y no ahorra energías a la hora de callar la boca de los que critican al Gobierno de Rodríguez. A Ignacio Villa lo manipularon, a la COPE la amenazan, y a Isabel San Sebastián la insultan sin piedad. Ese es el estilo que ha impuesto Rodríguez, que ha impuesto una izquierda decidida a no perder el poder, y si para eso tiene que practicar la Ley de la Mordaza, lo va a hacer sin tapujos. Malos tiempos para la prensa crítica. Y si gana Rodríguez, vendrán peores.