El ya ex consejero-director general del Santander (BS) y responsable del grupo en América Latina fue uno de los mejores alumnos de Pedro Toledo, el hombre cuya muerte, absurda inopinada muerte a deshora, cambió para siempre el curso y el discurso de la banca española, porque nada hubiera sido igual de haber vivido aquel hombre excepcional; alumno de Toledo fue también Alfredo Sáenz, entre otros muchos, gente toda en primera línea de las finanzas hispanas durante mucho tiempo. Ex presidente del Banco Exterior, de Caja Postal y de Argentaria, trabajador incansable, talentoso donde los haya, Luzón solo se considera inferior a Botín en el avatar de la cuna, pero se sabe superior en la jerarquía intelectual del conocimiento, y lo mismo siente cuando se compara con el consejero delegado, su colega Sáenz. La suya era una carrera llamada a coronarse en la cúspide del Santander. La humana, irrefrenable, pasión por el Poder que ha movido la rueda del mundo desde que el hombre empezó a caminar erguido.
“Paco siempre ha tenido un estatus especial”, dicen en el BS, “una fuerza, una autonomía, un trato diferencial que siempre le ha reconocido Emilio, como el de despachar directamente con él sin pasar por el peaje de Sáenz”. El caso es que Luzón, tal es la leyenda que recorre las capas ilustradas de Madrid, vio llegada su oportunidad en 2011, ese año terminal para España y para el propio Santander por tantas cosas. “Los dos que tengo por encima están tocados”, se dijo el conquense. “Alfredo ha sido condenado en firme por sentencia muy dura, lo que le impide sentarse en el Consejo del grupo en el Reino Unido, y el patrón, 77 años y algunos preocupantes detalles sobre los efectos del paso del tiempo en sus reflejos, ha resultado enganchado en el escándalo de los dineros refugiados en Suiza, un caso que se sigue en la Audiencia Nacional”. Uno de los mayores bancos del mundo, desde luego el mayor de la UE, parecía de pronto descabezado o en riesgo de serlo a los ojos de unos mercados muy sobresaltados a cuenta de la crisis financiera internacional. Era ahora o nunca.
Y entonces Luzón empieza a moverse, con delicadeza pero con determinación, en búsqueda de una salida que entendía como una solución plenamente institucional, una operación destinada a despejar cualquier incertidumbre de futuro para el banco. Se trata de que la familia Botín comprenda que es necesario atajar de raíz los riesgos de un eventual vacío de poder en momentos como los actuales. La solución de Luzón contemplaba ofrecer la presidencia a Rodrigo Echenique, 65, ex consejero delegado, hombre de confianza de la familia, fiel a ultranza, además de albacea testamentario de los hermanos, mientras que él mismo ocuparía la consejería delegada.
Paco Luzón regresa de las vacaciones de verano convencido de que no habrá indulto para Sáenz, porque su amigo Rubalcaba, candidato a la presidencia del Gobierno, así se lo ha hecho saber después de haberlo parado un par de veces en Consejo de Ministros. De modo que Luzón tantea a Echenique, y aún es posible, a tenor de los rumores en boga, que algún pez gordo más estuviera al tanto, pero Echenique no guarda silencio. Antes al contrario, pasa el mensaje y aborta la operación recambio apenas salida del cascarón. Emilio llama a capítulo a su número tres y le invita a abandonar el banco de inmediato, perdiendo también su puesto en el Consejo. Triunfador en Latinoamérica, Luzón era derrotado en España.
“Emilio ha estado llamando a Zapatero todos los días…”
Tampoco tenía claro lo del indulto el propio Sáenz. Muchos días, semanas enteras, largas noches en vela pendientes de la lucecita de Moncloa. A primeros de diciembre, liberado por el 20-N del calvario que ha puesto de manifiesto su incapacidad para el cargo, ZP acudió a visitar la sede de una gran empresa española. Ya tenía tiempo que perder. Y tras recorrer las instalaciones y saludar ejecutivos, el CEO de la empresa en cuestión le preguntó durante el almuerzo, entre otras mil cosas, qué pasaba con el indulto de Sáenz.
-Pues que se lo voy a dar, este viernes o el que viene, desde luego antes del traspaso de poderes. Y por muchas razones.
-Esa es una decisión arriesgada para ti…
-Me importa un pito lo que diga Alfredo. Este es un tío muy importante para el banco e incluso para el sector y lo voy a hacer, faltaría más, y además la sentencia es injusta y…
Los comensales escuchan sorprendidos la cerrada defensa que Zapatero hace de Sáenz, de modo que el empresario encarga a uno de sus aides de chambre que transmita la buena nueva al afectado. Es noche cerrada en Madrid, Sáenz, 69, ya está en casa y, aliviado por la noticia, se abre de capa: “Te lo agradezco infinito, porque no sabes lo que esto significa para mí. Emilio ha estado llamando a Zapatero todos los días durante semanas, que a ver qué pasaba, que cómo iba el asunto, porque es cierto que se había comprometido, y que sí, que lo iba a firmar, pero nunca terminaba de hacerlo, y yo había llegado a perder la esperanza…
Así que lo que me cuentas tiene un valor especial, porque es la primera vez que habla del indulto lejos del entorno de Moncloa. Mira, yo estoy con unas ganas locas de dejar el banco e irme a casa, por muchos motivos, pero no podía irme con esa condena encima. El caso es que Emilio se ha portado tan bien conmigo, se ha preocupado tanto, me he sentido siempre tan arropado, que estoy en deuda con él y no me marcharé mientras me necesite, así que me temo que tengo Santander para mucho tiempo…”
El problema es que Botín sigue sin tener recambio para Sáenz. Y el único posible, de valía contrastada, se lo acaba de fumigar a cuenta de una conspiración abortada apenas nacer. Y que se enfrenta a un entorno de negocio muy duro; con un caso potencialmente muy peligroso pendiente en la AN, y con un Gobierno de nuevo cuño en Moncloa que no le quiere, que le acusa de haberse metido innecesariamente, y con publicidad, en la cama con Zapatero y el PSOE. Ahora hay quien se encarga de recordárselo a Rajoy casi todos los días. Muchos cañones, pues, con el punto de mira puesto en la Ciudad Financiera de Boadilla.
Muchos nervios allí, y un aluvión de especulaciones interesadas. Sobre la mesa de despacho del nuevo Presidente figura, entre otras, el diseño de una operación de fusión del gigante BS con ese híbrido enfermo que es la Bankia de Rodrigo Rato, un hombre hecho un manojo de nervios, concernido, preocupado por lo suyo, desesperado incluso, dicen, por la constatación de que el invento de Bankia no tiene salida, de modo que hay que hacer algo con Bankia y, sobre todo, con Rodrigo. ¡Rato, como gran problema nacional!
Rodrigo Rato como sustituto de Emilio Botín
La guinda de esa eventual fusión por absorción de Bankia por BS sería la sustitución a medio plazo de Botín por Rato en la presidencia de la resultante. Y como don Emilio no se va a dejar –el interés del Santander por ampliar capacidad en un mercado saturado y en pérdidas como el español es nulo-, tal vez sea necesario hacerle pasar por las horcas caudinas de esa fusión como castigo a sus pecados, pretensión que muchos entienden sin sentido habida cuenta del férreo control que, con la ayuda de los fondos extranjeros "cercanos" a la familia, Botín ejerce sobre el banco. En Boadilla están al tanto de este y otros peligros de similar porte. Porque De Guindos no termina de ver la tan comentada boda entre Caixa y Bankia, y Rajoy, as usual, guarda silencio, ocupado en asuntos de mayor porte.
Por increíble que parezca dado el drama que vive el país, la situación personal de Rato está generando un clima full of sound and fury en las estructuras del sistema financiero y de la gran empresa española. “Algo habrá que hacer con Rato”, se oye decir por el eje de la Castellana. Parece que el aludido, que según Carmen Rigalt en El Mundo de ayer se está poniendo injertos de pelo -“es una ley universal: lo que se injerta por un lado (la azotea), lo desinjerta por otro (Bankia)”- ha pedido hora a Rajoy para hablar de lo suyo, pero, de momento, el presidente no le ha recibido.
En su defecto, don Rodrigo se ha reunido con un alto cargo del Gobierno, que solo ha podido tomar nota. De modo que la constatación mostrenca que ahora inunda las Españas es tal que así: “¿qué hacemos con Rodrigo Rato?” Y el miedo de algunos grandes empresarios –Francisco González, Antonio Brufau, incluso César Alierta- apunta a que el tsumani provocado por “el futuro de Rodrigo” termine moviéndoles la silla. El aludido, presiona: es necesario encontrar sitial idóneo, sillón adecuado al rango de un Rato Figaredo de toda la vida. Decía Lord Acton que “los hombres comunes van por camino trillado, hablan como lo hacen los demás y no nos dicen nada. Los hombres originales, en cambio, abren una brecha y llevan el mundo hacia adelante”. Don Rodrigo se lo quiere llevar a casa.