Cuando el martes 3 hice el paseo de rutina por las viñetas del lunes sobre la abdicación del rey entre mucho chiste repetido en todas sus variantes, encontré, como muchas otras personas lo hicieron, la que sería la portada de El Jueves de esta semana.
La revista la había adelantado en internet como de costumbre, un cambio lógico de portada atendiendo al jaleo que genera una noticia de este tipo.
Al poco, los enlaces que apuntaban a la misma empezaron a desaparecer, los rumores sobre una supuesta censura, presiones desde la casa real o un posible nuevo secuestro de la revista por orden judicial empezaron a correr rápidamente desde blogs y redes sociales y todas ellas se basaban en supuestos alimentados en gran parte por los antecedentes de lo sucedido en 2007 con su número 1573. Ninguna pista parecía apuntar a esa posibilidad, es más que conocido que estas cosas suelen explotar rápidamente.
Las primeras noticias hablaban de errores, de falta de tiempo para tirar ese número y un retraso en su salida.
La de El Jueves no era la única viñeta en la que se usaba el zurullo en la corona como alegoría “del traspaso del marrón“, Kap la había hecho para El Web Negre.
Ninguna de ellas me pareció especialmente escandalosa y mucho menos delictiva, pero ya sabemos que muchos de los que quieren marcar y revisar eso que llaman ”los límites del humor”, verían un delito, insulto, ofensa o injuria hasta en el chiste del perro mis tetas.
La única versión de la causa de la desaparición de la portada y supuesta retirada que citaban algunos medios (otros hablaron de destrucción) de 60.000 ejemplares, estaba de momento en los propios trabajadores de la revista, que tardaron unas horas en empezar a pronunciarse públicamente, aunque desde el primer momento estuvieron cruzando reacciones en la trastienda .Y reaccionaron con contundencia.
Con uno de ellos, buen compañero y amigo, tuve una conversación telefónica el día 2 de junio, casualmente intercambiamos opiniones sobre la importancia de los gestos de los dibujantes ante las empresas editoriales que maltratan a los dibujeros con todo tipo de atropellos profesionales.
Todavía hay gente con ganas de retorcer el debate etimológico sobre lo que es o no es censura, la censura puede llamarse de mil formas y ejercerse en distintos grados y desde diferentes posiciones. La censura no es solo la que aplica un gobierno marcial con puño de hierro a toda la población. Aunque aquí el caso, según Monteys, es que RBA no quería que apareciera nada sobre la Casa Real en la portada, en el interior de la revista podían meter lo que quisieran. Mala defensa tiene ahora RBA, va a necesitar mucho más que un Comiunity Flanders para suavizar la tontería mamporrera.
Pueden argumentar que simplemente no querían follones, pero el gesto es tan simbólico que no podrán evitar la avalancha de suposiciones y teorías que los señalen como cortesanos.
Las censuritas acotadas en el ámbito de la empresa por exceso de celo en muchos casos no obedecen a órdenes “de arriba”. Suelen partir de absolutos mediocres. Y así este gremio, casi siempre te despiden, o te tienes que ir, por hacer lo mismo para lo que te contrataron.
Y este parece ser el caso, parece que alguien en RBA decide ejercer de comisario monárquico independiente para no incomodar o salirse del coro de feladores en el que se ha convertido gran parte de la prensa “de masas” de cara a la Felipada, esa es su decisión editorial.
En muchas empresas que publican contenidos de opinión hay algún pequeño dictadorzuelo de chichinabo, camuflado de persona plural, que vela por lo que cree son sus intereses o los de su consejo de administración. Y encima suelen ir de paternalistas.
Pero no hay que olvidar la naturaleza de una publicación como El Jueves, ni de la profesión que se ejerce en ella.
Es de los pocos reductos donde se espera y exige, como mínimo, libertad de elección en la temática del chiste y RBA tenía un grupo de profesionales dedicados a eso. Tampoco hay que obviar que los que trabajamos en el viñeteo tenemos una percepción algo más profunda y “normalizada” de la aplicación absurda de giros absurdos en la línea editorial y la guerra eterna contra casos frecuentes de imposición velada de opiniones o intentos de que algunas no sean publicadas. Por forma y/o mensaje.