Impunidad. Esa es la sensación que muchos españoles tienen en la España actual. Impunidad hacia algunos, los amigos, los allegados, los suyos en definitiva.
Da igual que esa impunidad se traduzca en indultos arbitrarios y señalados por la Justicia, en investigaciones sobre bolsos y coches de lujo regalados por tramas corruptas que terminan en nada, asaltos procelosos a las arcas públicas en múltiples saqueos, tesoreros ávidos que se lucraron durante decenios, antaño santos y ahora demonios del averno.
La sensación de que ciertas gentes quedan impunes es general. La certeza de que si perteneces a una determinada familia la Ley no te tocará y el fiscal hará de abogado defensor y las Administraciones, tan carroñeras con la mayoría de los ciudadanos, te dejarán el paso franco para todas las trapacerías que se te ocurran. Esa idea tan de los años cincuenta que impregna a algunos y que es un hábito adquirido con la fuerza de los años y de su propia experiencia vital.
La de Rajoy será recordada por la era de la corrupción, del compadreo, del amiguismo. Eso será todo
Y así se gobierna. Todo para los suyos, nada para los que permanecen fuera del círculo de privilegiados. Para unos no hay Ley, no hay Justicia, no hay que dar cuenta. Nadan en el gran lago de la impunidad. Por el contrario, para los que no son “uno de los nuestros”: ceniza, arena, amargura, ostracismo, un destino en un territorio helado donde nada se mueve.
Todo presidente deja un legado para la posteridad. La era de Zapatero será conocida como la de la incompetencia. La risión del optimista perpetuo que comenzó la ruina del país. La de Rajoy será recordada por la era de la corrupción, del compadreo, del amiguismo. Eso será todo. No habrá más para recordar. Y no habrá paz para ninguno de ellos.
España es ya otro país. La crisis lo ha cambiado todo. También a los políticos y a la política. Ya no nos valen los políticos de plasma, los políticos viejos que abrazan a los niños y van a los entierros a hacerse la foto, los abrigos de visón que encierran cuerpos de hielo. La crisis lo ha trastocado todo. La relación de los ciudadanos con la política es ahora de exigencia, de indignada y justa exigencia. No vale todo en política. No vale no dar explicaciones. No vale utilizar el dinero público como si fueras el dueño del mismo. No se puede utilizar el sillón público para el negocio privado, para la promoción personal, para el castigo del disidente. La gente está harta. Piden otra forma de afrontar la cosa pública. Piden respeto.
Por eso la vieja política está condenada y pronto los viejos ídolos irán cayendo uno tras otro. Parecían tan seguros en sus puestos que aún no se han enterado que ya hunden sus pies en el barro. Pronto los ciudadanos los echarán. Está sucediendo en toda Europa y España, aunque de forma más tardía, seguirá el mismo camino. Es una consecuencia positiva de toda crisis. Te permite reflexionar, bajar hasta el fondo para saber lo que ya no quieres más. Y todos ellos, todas estas gentes corruptas, ya no nos valen. No duden que así será más pronto que tarde.
* Manuel Ángel Morales Escudero es delegado de UPyD en El Bierzo y Villablino
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